Otra medalla de oro

Héctor Manuel Galeano Arbeláez

Como si no fuera suficiente la presea que acaba de ganar para Ibagué el cínico y desvergonzado alcalde de los mejores juegos nacionales realizados en la historia del país, el que sí promete superar la marca y sacarla del estadio es el fiscal Montealegre, que prefirió renunciar a la máxima instancia judicial a la cual aspiran los servidores honestos de la justicia, para llenarse los bolsillos con los dineros sucios de la EPS que sabemos.

Gracias a la puerta giratoria, logró sentarse en la silla de fiscal de este país y de entrada dejó ver su vocación pantallera y sensacionalista, de experto en cortinas de humo y en ocultar verdades y lo que es más grave de persona corrupta y profundamente injusta.

Sin ruborizarse, fue capaz de acusar y condenar al diputado Sigifredo Espinosa de la comisión de un delito muy grave, a sabiendas que estaba frente a un inocente. Ese solo hecho era suficiente para que el país se hubiese levantado a pedir su renuncia. Pero aquí no pasa nada.

Utilizó todo su poder contra la excontralora Moreli, moviendo todas sus fichas para llevarla a la cárcel. Todo porque la señora, en desarrollo de sus funciones, descubrió que el paisano, ya sentado en la silla del fiscal, seguía percibiendo honorarios de la EPS que sabemos.

Y, como no le pasa nada llegó directo a hacer negocios con la justicia que es lo que le gusta y sabe hacer. Para lograr sus fines, no tuvo empacho en despedir al jurista Alejandro Ramelli, quien se opuso radicalmente a la celebración de los contratos ilícitos con la periodista Natalia Tocarruncho por más de cuatro mil millones de pesos.

Con bombos y platillos descubrió el agua tibia y sentenció que era el único que sabía investigar, que sus antecesores eran unos patinchados y que la unidad de contexto de la cual era director Ramelli iba a producir resultados nunca vistos.

Pero lo que ha producido también aterra, pues no solo son las ridiculeces que presentó en Estados Unidos con Naty, sino que concentró allí todas las investigaciones contra los actores armados del conflicto, para negociar y chantajear con eso.

Por eso al vaivén de la coyuntura política un día se opone y expulsa de la unidad a quienes quisieron develar la verdad de lo ocurrido en el Fondo Ganadero de Córdoba y otro día aparece implacable diciendo que va a promover el juicio contra los sobrevivientes del M-19.

Ahora se metió en el tema de pedir que se despenalice el aborto, después que condenó y puso en la picota pública a una actriz que supuestamente había interrumpido su embarazo. Su actitud ha sido cuestionada incluso por mujeres que han sido abanderadas de esa causa.

Sus hazañas lo llevaron a armar una reingeniería para el trámite de los asuntos internacionales, nombrando como embajadores -oiga pues- a varios de sus amigos, sin ninguna trayectoria en la administración de justicia, con unos sueldos que no se compadecen con la situación del país y con lo que devengan los fiscales de provincia y de las unidades que verdaderamente trabajan con la uñas y sin ningún estimulo y a quienes jamás ha visitado para enterarse de sus problemas.

Se fue lanza en ristre contra el gobierno que lo ternó, porque propuso la ley de equilibrio de poderes que supuestamente introducía un mecanismo para investigarlo, diferente a la comisión de absoluciones. Y en esto encontró un poderoso aliado también tolimense del cual hablaremos otro día.

Últimamente le ha dado por atravesarle palos a la rueda del proceso de paz de la mano de la camándula del Procurador. Tan fuera de tiesto esta que el tratadista mundialmente reconocido Kai Ambos le recomendó actualizarse sobre Derecho Penal Colombiano y Derecho Penal Internacional.

Esta sobrado para la medalla de oro de la injusticia, de la corrupción y del oportunismo.

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