La gestación y los primeros años en la vida de los seres humanos no sólo tienen una importancia fundamental para su crecimiento y desarrollo de sus capacidades cognitivas, comunicativas y sociales, sino que además son el pilar para el desarrollo del capital humano de un país.
Una nutrición adecuada durante la infancia y niñez temprana, así como una atención cálida y estimulante, son fundamentales para el desarrollo del potencial de cada niño. Las consecuencias inmediatas de la desnutrición durante estos años formativos incluyen una mortalidad alta y un desarrollo mental y motor retrasado. Si en esos primeros años los niños y niñas son cuidados, alimentados y atendidos, podrán crecer física y mentalmente sanos, desarrollar las aptitudes y habilidades relacionadas con el pensamiento y el lenguaje, ser emocionalmente seguros y desarrollar competencias que les permitan ir ganando autonomía e independencia. Por esta razón es esencial asegurar que los padres de familia y los encargados del cuidado y salud de los niños reciban orientación apropiada.
En el recién divulgado informe del BID ‘Los primeros años: el bienestar infantil y el rol de las políticas públicas’, se concluye que los gobiernos de América, además de no invertir suficiente en esta población, no focalizan bien los recursos puesto que los dirigen a construir centros de cuidado y no a la formación de agentes educativos, que son los que hacen la diferencia en el desarrollo de los niños. En efecto, está comprobado que la falta de maestros preparados en atención integral en primera infancia que den las bases para los aprendizajes posteriores, es una de las causas de deserción en los siguientes años.
El proyecto de ley que avanza en el Congreso para definir la política de educación inicial en Colombia es una oportunidad para los nuevos gobernantes. Su meta debe consistir en que en todos los municipios del país se ejecute la política de atención integral a la primera infancia para reducir la desigualdad y aumentar el bienestar para sus gobernados.
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