Ibaguereños y tolimense, ¡aún estamos a tiempo!

Julián Ricardo Rodríguez Soto

Ser la ciudad más innovadora del mundo y recibir premios es un gran orgullo para Medellín, el departamento y los colombianos, de hecho esta condición ha suscitado toda serie de interés en conocer el modelo de desarrollo urbano, su sistema integrado de transporte masivo y el modelo cultural y social del cual los paisas se sienten orgullosos, pero estas condiciones hoy se ven opacadas y de forma literal por una densa nube gris que cubre las montañas e impregna de negro las fachadas de los edificios y los pulmones de quienes la respiran, llamada contaminación.

Entonces surge la pregunta, ¿qué está pasando en la ciudad de la Eterna primavera? ¿A qué se debe este fenómeno? ¿Acaso no era la ciudad más innovadora del país y del mundo, incluso por encima de Dubái y New York?

Sencillo, las condiciones geográficas de su territorio rodeado por montañas, además del aumento desmedido del parque automotor y algunas malas prácticas industriales y de la sociedad, tiene hoy en serios problemas a Medellín y su área metropolitana, al punto que la Organización Mundial de la Salud (OMS) la ubicó dentro de las lista de las 100 ciudades más contaminadas del mundo, un deshonroso lugar para una ciudad que se enorgullece de ser la más innovadora; esto, sumado a que no es la primera vez que se presenta dicho fenómeno, hace aún más preocupante la situación, al punto que el pasado fin de semana como medida de choque, se paralizó el parque automotor, rediciendo la movilidad particular, con una medida de Pico y placa, poco antes vista en las capitales del país.

Ahora bien, este fenómeno no es nuevo, es más, debe servir de referente para ciudades que están creciendo en demografía, que son grandes receptoras de recurso humano, que desde luego se expanden en unidades habitacionales y requieren de sistemas de transportes eficientes que desestimulen el uso excesivo del carro particular.

Considero entonces que el inconveniente ambiental que vive hoy Medellín y el valle de Aburrá permite hacer todo tipo de reflexiones y autoevaluarse sobre cuáles son las necesidades a futuro para una ciudad que está creciendo como Ibagué. Ya hay lugares en la capital musical donde escasea el líquido vital, muchos de los habitantes ven en la moto y el carro un sistema de transporte más eficiente y expedito que el actual, además el desarrollo urbanístico en Ibagué se desplaza por escasez de terrenos a lugares más periféricos y distantes de las actividades comerciales, productivas e industriales, lo cual seguro va aumentar los desplazamientos y la necesidad de movilidad de los ibaguereños y por ende las emisiones de CO2.

Son muchos los desafíos que enfrenta un territorio que se dinamiza, la capital del departamento del Tolima está hoy más cerca y conectada por vía terrestre, es atractiva en oportunidades para muchos habitantes de municipios vecinos y desde luego continuará por la senda de crecimiento poblacional y del desarrollo, por tanto es hora de virar al cambio y no esperar debacles como las que experimentan ciudades crecientes y receptoras como Belo Horizonte, Tegucigalpa y Cochabamba, estas ciudades crecieron sin medir y proyectar el impacto ambiental y se enfrentan a serios problemas de salubridad, de movilidad y urbanísticos.

Por ello, la consigna debe ser para todos, el Tolima y su capital musical requieren dirigentes con una agenda ambiental y de sostenibilidad encaminada a la reducción de las emisiones de CO2 y disminución del calentamiento global.

El medio ambiente reclama habitantes más racionales en el consumo y espera como mínimo que los desarrolladores de territorios donde se enuncian empresarios y urbanizadores tengan la certeza que el planeta Tierra no es una fuente inagotable de recursos.

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