El oscuro panorama de la educación en Ibagué (I)

Edwin Andrés Martínez Casas

Uno de los aspectos esenciales en la definición de un estándar aceptable de calidad de vida de una población está relacionado con el acceso a la educación. Esto es así por todas las consecuencias favorables y los círculos virtuosos que se derivan de que los ciudadanos, en especial los más pobres, logren acceder al mayor número de años de estudio: ruptura de trampas de pobreza, movilidad social, mejores competencias ciudadanas, etc.

Por ello, es importante reflexionar sobre el balance que deja la anterior administración municipal, en cuanto a los indicadores relacionados con el funcionamiento del sistema educativo de la ciudad. En esta columna, me concentro en la evolución de la población en edad escolar, las matrículas y su relación con el flagelo del trabajo infantil. De esta forma, se puede tener un panorama acerca de cómo recibe el sector la administración del alcalde Guillermo Alfonso Jaramillo.

En primer lugar, la población en edad escolar en la ciudad de Ibagué, entre 2012 y 2015, ha disminuido, al pasar de 117.006 niños y jóvenes a 114.652. Esto implica que, teóricamente, debería ser más sencillo que las autoridades hubiesen logrado un mayor nivel de cobertura educativa porque la demanda de cupos fue menor.

En segundo lugar, la matrícula oficial ha venido disminuyendo de forma sostenida: mientras que en 2012 el número de niños matriculados en el sector oficial fue de 80.674, para 2015 apenas fueron 76.691, lo cual implica una disminución de 3.983.

Porcentualmente, la matrícula oficial pasa de representar el 81.50% del total en 2012 al 78.43% en 2015. ¿Qué puede explicar la disminución de la matrícula en el sector oficial y el incremento en el no oficial?

La pregunta es pertinente porque en los últimos años se ha fortalecido el programa de gratuidad y, a pesar de ello, la matrícula oficial ha disminuido.

Factores asociados a la repitencia, la calidad y en especial al ambiente escolar podrían hacer parte de la explicación de por qué los padres deciden trasladar a sus hijos a colegios no oficiales y no tanto la disminución de la población escolar.

Es importante recordar que en el informe de calidad de vida del año anterior, se mostró cómo, en el Índice Sintético de Calidad Educativa el ítem peor evaluado fue precisamente el ambiente escolar.

No obstante, dado que para 2015 se presentó un incremento en los niveles de pobreza, es probable pensar que en los próximos años pudiera existir una presión sobre el sistema educativo público, pues dadas estas nuevas condiciones económicas algunos padres de familia podrían verse obligados a retornar a sus hijos a establecimientos oficiales.

Por ello, resulta vital que desde la administración municipal se realice un esfuerzo por mejorar aquellas condiciones que hicieron que en principio algunos padres prefirieran los establecimientos no oficiales.

En tercer lugar, aunque la población en edad escolar disminuyó, el número de niños y jóvenes no matriculados en establecimientos oficiales y no oficiales sigue siendo elevado. Para 2015 representa el 14.71%.

En términos absolutos, esto equivale a 16.866 niños y jóvenes que no se encuentran en el sistema educativo de la ciudad. Este fenómeno es coincidente con el deterioro de algunas variables socio-económicas en 2015, como el incremento de la pobreza monetaria y la pobreza extrema, así como la desigualdad. 

Además, es importante tener en cuenta que las cifras de niños y jóvenes por fuera del sistema educativo son muy parecidas a los datos arrojados por el Dane sobre trabajo infantil.

La Administración municipal anterior hizo poco por atraer y retener a los niños y jóvenes en los colegios de la ciudad. En una próxima entrega, mostraré cómo esta afirmación se refuerza con los datos sobre cobertura.

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