Clara, la ministra

Rodrigo López Oviedo

A Clara López la conocí en una reunión del Polo Democrático Alternativo. Por aquel entonces, un sector importante de su partido señalaba de “doble militancia” a uno de sus fundadores, el Partido Comunista Colombiano, por su respaldo a la naciente Marcha Patriótica. Al frente de esta actuación estaban el padre de todo sectarismo, el senador Jorge Enrique Robledo, y la hoy ministra Clara López Obregón.

Que Clara López haya entrado en posteriores rectificaciones es lo que podría deducirse del acuerdo del Polo, presidido por ella, con la UP, de la que hacen parte los comunistas, para establecer una fórmula presidencial que a la postre logró un importante resultado electoral.

No obstante, una cosa es su disposición a arreglar cuentas con su sectarismo de antes, y otra aceptar ponerse a órdenes de Santos, porque entre las tareas que hoy tiene la izquierda no hay ninguna relacionada con ponerle orden burocrático administrativo a ninguna área del aparato estatal, que es en últimas para lo que sirve un ministerio, pues las decisiones estratégicas provienen de más arriba, e incluso de más allá del Palacio de Nariño.

Las prioridades de hoy están centradas en forjar la más amplia unidad. Una unidad que pueda contribuir a que salga adelante el proceso de paz, así como a fortalecer la organización ciudadana, sin la cual es imposible la implementación de los acuerdos, y a conformar un frente capaz que establecer una correlación de fuerzas favorable a la constitución de una real opción de poder.

Y no se trata de meras formulaciones. Se trata de tareas generales que deben concretarse en hechos tales como el cese bilateral de fuegos, a partir del cual se puedan alcanzar condiciones orientadas a acabar con aquello de que “nada está acordado hasta que todo esté acordado” para que los acuerdos alcanzados en La Habana puedan comenzar a convertirse en realidades concretas, aún sin el acuerdo definitivo.

Esas son tareas para las cuales un ministerio ata las manos. Y son tareas de indispensable cumplimiento si queremos erradicar, por ejemplo, el modelo neoliberal, del cual hace parte la política de tercerización, cuyos desarrollos alcanzaron un nuevo escaño con la expedición del decreto 583, a través del cual se reformalizó el mercado laboral de las empresas de trabajo asociado.

Que Clara está en su derecho de pasar de la oposición al Gobierno, por supuesto. Pero también la izquierda lo está en el de criticarle tal decisión. Lo que puede resultar al final es una Clara desprestigiada, sin horizontes y limitada en su posibilidad de seguirle ofreciendo a la izquierda los aportes que indudablemente le ha prestado. Ojalá que no sea así, pero…

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