Amo a Colombia, creo en Colombia, lo demuestro con hechos

Clara de Zubiria de Meléndez

Creemos que manifestar nuestro descontento a las personas con quienes hablamos va a solucionar la situación actual; es diferente denunciar en los lugares adecuados, o formar grupos con el fin de tomar medidas correctivas, pero enviar energías negativas a diestra y siniestra sin propuestas constructivas, no está ayudando a que nuestro país cambie el rumbo, todo lo contrario, con nuestros pensamientos y palabras estamos empeorando, sin saberlo, la situación que vivimos.

La mente tiene una fuerza más grande de lo que creemos, produce ondas magnéticas que crean campos de energía que nos interconectan con las demás personas y con el mundo que nos rodea, unificándonos. Al ser uno con los demás y con el todo, lo que cada uno hace, se lo hace a sí mismo, poniendo en juego sus propios intereses.

Nuestros pensamientos nutren o enferman, dando vida a la esperanza que entusiasma e impulsa a crear, o a la desesperanza del “apague y vámonos”; la energía que irradian fomenta el miedo que paraliza o la paz desde donde surgen soluciones acertadas. ¿Cual es el mundo que queremos? Podemos y debemos contribuir a crear ese país prospero y equitativo en el que cabemos todos. Lo que está haciendo el otro no lo podemos controlar, dejemos de mirar a los lados y concentrémonos en lo que como individuos está en nuestras manos, seamos ejemplos inspiradores.

El místico inglés Henry Thomas Hamblin lo expresa con asombrosa claridad: “El pensamiento tiene un poder espiritual. Es el más grande de los poderes que el hombre tiene a su disposición. El mundo actual en su estado presente es, simplemente, el resultado del pensamiento colectivo de la humanidad; cada país en su estado presente, ya sea de paz y prosperidad, o miseria, crimen y anarquía, es el resultado de su pensamiento como país”.

No podemos seguir tan tranquilos esperando que las cosas mejoren por si solas, Colombia somos todos, es un paraíso que los externos valoran y buscan y que los propios con demasiada frecuencia contribuimos a deteriorar. A través de las redes sociales recibo innumerables mensajes resaltando hechos bochornosos y abrumantes que irradian su veneno por doquier. No estamos siendo consientes del daño que estamos haciendo. Acostumbrémonos a resaltar y agradecer lo bueno en todo y en todos, esta actitud es como un abono maravilloso que alimenta y hacer crecer la bondad y desaloja la oscuridad. Es cuestión de apropiarnos el hábito de ver y difundir lo bueno. Recordemos que para crear un hábito o costumbre hay que repetirlo muchas veces.

Si de verdad te interesa tu país, tu “hogar”, demuéstratelo a ti mismo cambiando pensamientos derrotistas por pensamientos victoriosos, nuestra patria no está aislada de lo que somos, estar atentos y detectar lo que llega a nuestra mente puede ser un juego divertido. Amar y creer en Colombia es amar y creer en nosotros mismos.

Comentarios