De la paz y otros demonios...

Julián Ricardo Rodríguez Soto

Todo lo referente al proceso de paz y la convocatoria para apoyar o desaprobar un posible acuerdo con el grupo revolucionario de las Farc, a través del mecanismo democrático y constitucional del plebiscito, ha desatado una serie de furias y de conjeturas de parte y parte; la polarización del país se siente tan marcada entre los que van por el Sí y los que desaprueban todo el proceso paz con el No.

Pero lo que hay detrás de toda la discusión son unas serie de fuerza de poderes que han aprovechado la actual coyuntura de los diálogos de paz para salir a catapultar sus fuerzas políticas mediante arengas guerreristas o mediante diálogos que invitan a la reflexión, dejando de una lado lo profundo de la discusión, de hecho de ninguna de las partes se han escuchado los elementos coyunturales del acuerdo de paz, los actuales líderes; mejor ningún líder del país ha sido capaz de transmitir las verdades ni lo consignado en los acuerdos, de forma veraz y sin un marcada tendencia.

La incapacidad de los líderes en mostrar lo sucinto del acuerdo de paz, denota un marcado oportunismo, esto además permite identificar las debilidades del modelo democrático que se vive en Colombia, el cual permite que se hagan arengas y se publicite un proceso “Acuerdo de Paz” sin saber lo que se va a aprobar; pero también es una reflexión a informarnos, entiendo que el Estado mediante algunos canales electrónicos y medios de comunicación, ha expedido comunicados que solo dan evidencias de las bondades y de un futuro promisorio que podrá traer la aceptación del proceso de paz, un futuro difícil de calcular.

Pero lo que deja el acuerdo de paz y la campaña por el plebiscito, es una marcada polarización, una división de posturas e ideologías que nos pueden volver a conducir a la política del siglo pasado, un país dividido por cuenta de la manipulación retórica de los líderes, que con el fin de validar sus teorías confunden, engañan, ocultan y hasta tergiversan la realidad y hacen creíbles sus convicciones.

Colombianos, recuerden que la xenofobia y los odios están afincados en la polarización y en la falta de oportunidades, en un país con índices de inequidad tan marcados, con tan pocas oportunidades de empleo, con dificultades en los accesos a servicios de salud, y con niveles de inflación crecientes, merece un debate más profundo.

Por tanto, no consideran entonces ustedes que los dirigentes que elegimos por votos popular deberían estar trabajando más fuerte en garantizar la mejora del bienestar de los habitantes, en lugar de estar activos en redes sociales polarizando con sus opiniones lascivas o adoctrinando con discursos de románticos, para hacernos más miopes de los problemas que sufre el país, como la corrupción y la baja capacidad institucional.

La paz merece verdades y discusiones profundas y no un debate de 140 caracteres entre grupos políticos divididos y que buscan un triunfo personal.

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