Reinado de belleza

Fabio Humar

Estamos imbuidos entre el Sí y el No. Apenas lógico en un país maniqueo al que no le gustan los tonos medios. Sin embargo, esta vez la cosa va más allá. Detrás de cada voto, hay un elemento intuitivo, un elemento emocional.

Los votos son, en oportunidades, una reacción emocional y no racional: Se vota por el más guapo y el de ojos más más claros, como en el caso del presidente Peña Nieto en México.

Según mis predicciones, la votación por el No o por el Sí, estarán marcadas, en muy buena medida, por el tema económico y por la simpatía y/o antipatía que se siente por el jefe de Estado.

En lo económico la cosa no pinta bien y eso lo siente la población: Inflación alta, bajo crecimiento. Esa mezcla, que los economistas llaman estanflación, es un duro golpe al bolsillo de la clase media. Eso se lo pueden cobrar a Santos en las urnas el 2 de septiembre.

Y por los lados de la simpatía la cosa no mejora: Santos es un presidente que no logró calar en el corazón de la ciudadanía.

Veníamos de ocho años de un líder con un carisma como pocos: Una mezcla de liderazgo con mesianismo. Santos, por el contrario, es un líder lejano, muy bogotano, muy refinado; cada chiste le sale mal. En fin… No es un líder carismático.

Pero eso no importaría si no fuera porque el 2 de octubre habrá votaciones, en las que se jugará el futuro de Colombia, sin importar cual postura se acoja. Santos llega a esa fecha con una altísima mala imagen, en tanto que Uribe mantiene una imagen muy buena. Uribe, máximo exponente del fenómeno teflón, se la juega a fondo por el No.

Si bien lo anterior es una imagen de la realidad, así no debería ser. Dicho de otra manera: El hecho de que así sea no quiere decir que esté bien.

Empecé a leer las casi 300 página del acuerdo y, les confieso, que cabeceo, que me dan ganas de cambiar de lectura, que me veo aperezado y flojo para leer el mamotreto. Y eso me parece gravísimo, ya que las votaciones deberían ser, en un mundo ideal, basadas en la razón, en la conciencia y en el análisis sesudo y profundo. Pero no. No van a ser así.

Serán unas elecciones en las que, debido a la complejidad y espesura del tema, primarán las emociones, y las sensaciones fáciles.

Dicen que un pesimista es un optimista que leyó el periódico. Quizá así sea. Lo grave es que acá solo han leído los acuerdos las personas de las que se dice que conforman el país político, no más de un millón de colombianos. Ese país intelectual, culto e interesado.

El resto del país, el país no político, que es más del 90% no asistirá a unas elecciones políticas, asistirá a un reinado de belleza.

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