¡No despertemos los fusiles!

Stiven Parra Gámez

El 20 de julio inició el cese el fuego por parte de las Farc, y lo propio hizo el Gobierno nacional el lunes 29 de agosto. Desde entonces, y pese a la eufórica discusión de estos últimos meses, los fusiles han permanecido dormidos. Ya van 75 días con sus hostiles párpados cerrados, lo equivalente a 1.800 horas sin insomnio.

El cese el fuego no es la única garantía para que el proceso sea exitoso, pero sí, por su esencia, es una de las acciones más importantes, pues son las confrontaciones militares las que se buscan parar. El punto 3 del Acuerdo Final, habla ampliamente sobre este aspecto.

El Salvador, uno de nuestros ejemplos más cercanos y exitosos, logró dormir los fusiles luego de siete años de conversaciones. Guatemala lo hizo diez años después. Ambos países superaron sus conflictos y hoy ocupan posiciones destacadas en cuanto a índices de calidad de vida y competitividad.

Aunque el pasado 2 de octubre se impuso el no, y muchos lo tildamos como el despertador de los fusiles, hoy el país –incluyendo a los seis y medio millones de colombianos que votaron no– mantiene intacto el sueño de paz.

Vienen semanas difíciles y habrá que echar mano de nuestra sensatez para resistirnos a la confrontación, pero percibo en medio de tanta incertidumbre, cosas que alivian:

El máximo jefe de las Farc, Rodrigo Londoño, aseguró que ese grupo guerrillero “mantiene la voluntad de paz”; por su parte, el expresidente Uribe, mayor opositor del proceso, admitió “cosas buenas” de los acuerdos y se sentó a hablar con el gobierno; también alivia que el Presidente haya abierto las puertas del diálogo a los promotores del no, y alivia, sobre manera, que tanto ruido todavía no despierte los fusiles.

Esto es, en medio de todo, un estímulo para las víctimas y los pobladores de las zonas rurales más golpeadas por la guerra (Chocó, La Guajira, Putumayo, Vaupés, entre otros) quienes le cumplieron a la paz y lo expresaron con cerca de tres y medio millones de votos por el sí, a los cuales se sumaron otros tres millones de ciudadanos.

Siempre he sostenido que la vida humana es nuestro mayor tesoro, que debemos cuidarla, conservarla e intentar que sea digna. El cese el fuego es la base de este histórico proceso, por eso, pase lo que pase, y vengan los días de mayor tempestad política e ideológica, ¡no despertemos los fusiles!

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