Descentralización, paz y clientelismo

Ismael Molina

La descentralización, la paz y el clientelismo son expresiones de comportamientos políticos que se reflejan en decisiones nacionales que tienen en común que solo se aprecian y construyen como manifestaciones territoriales, es decir, ninguna de estos tres conceptos se entiende por fuera de discursos regionales que reflejan las aspiraciones políticas de comunidades locales y subnacionales.

Pero esta condición no las hace que sean armónicas entre ellas, pues por el contrario, mientras que la Paz y la descentralización han sido aspiraciones de la nación colombiana, el clientelismo es un reflejo del atraso político y de la apropiación indebida del Estado por parte de la clase política regional. Se puede afirmar que la clientelización de la política es una expresión de la corrupción y de la exclusión política, generadora de segregación social y económica, que ha sido el caldo de cultivo en el cual se ha sustentado la guerra.

La descentralización que implica la aspiración justa y democrática de un gobierno cercano al ciudadano, que conozca y comparta la construcción social de un territorio, ha sido permeada por las posiciones clientelistas, que han pretendido que las reivindicaciones territoriales y regionales se asimilen a los deseos de las clases políticas regionales de capturar el Estado en nombre de sus muy particulares intereses, jugando a que ellos son la representación legítima de los intereses regionales. Cuando así sucede, la descentralización se ha convertido en la mampara para la corrupción, el saqueo del erario público y la defensa de intereses de sectores altamente retardatarios como terratenientes, paramilitares y rentistas locales y regionales, que han corrompido la democracia local por medio de la compra de votos y otras formas de ilegalidad política y terminan poniendo al Estado local y regional al servicio de las expresiones de las economías ilegales y criminales que existen y que se oponen a la democracia y la paz.

Cuando la descentralización ha implicado el fortalecimiento de la sociedad civil local, donde la participación política y la creación de confianza entre el Estado local y las comunidades se ha generado, el efecto es una sociedad empoderada de sus derechos y comprometida con su futuro, donde los intereses locales y regionales se ponen en función del desarrollo económico y social de las comunidades, donde la diferencia es un instrumento de la creatividad y una opción para instaurar ventajas competitivas para el territorio.

La Paz, pese a su importancia como un propósito nacional, es territorial y consubstancial con la construcción social del territorio. En tanto la descentralización materialice las aspiraciones de las comunidades locales y regionales y sea un instrumento que fortalezca la democracia participativa, como lo señala la Constitución Política, se convierte en un poderoso instrumento para construir la Paz, pues es el canal institucional que se requiere para que la diversidad política que se asienta en cada región y municipio de Colombia encuentre la forma de expresión social y política que necesita.

Así mismo, cuando la descentralización es cooptada por el clientelismo y la corrupción, se convierte en una barrera a la Paz en los territorios, pues la autonomía es invocada para evitar que fuerzas políticas alternativas tengan expresión y legitimidad. Con base en la defensa de lo local y regional, lo que se hace es la defensa del saqueo y la explotación de élites locales sin compromiso con la democracia y la construcción del Estado Nacional Colombiano.

La descentralización y la autonomía es un anhelo de las comunidades regionales y locales y, pese a todas las amenazas y tropiezos que ha tenido, tenemos que defenderla como una importante conquista de la democracia participativa. Pero eso no puede evitar que veamos con preocupación el aparecimiento y fortalecimiento de opciones políticas territoriales que, en nombre de tales anhelos, a lo que realmente se oponen es a la Paz y a la consolidación del Estado Nacional Colombiano, que aún sigue siendo un Estado débil y ausente.

En las próximas elecciones presidenciales, que ya se vislumbran en el horizonte, tendremos que escoger entre las diferentes opciones de descentralización y paz. Sabemos que los que proponen hacer trizas los acuerdos de paz son los mismos que protegen los intereses de terratenientes y corruptos y no podrán esconder sus oscuros intereses en nombre de una inaceptable versión de autonomía que solo esconde su incapacidad de construir una sociedad moderna e incluyente.

Economista

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