Se están yendo los mejores

Francisco José Mejía

Vargas Llosa dijo hace poco en el diario El País despidiendo a su amigo el pintor Peruano Szyszlo “el mundo a mi alrededor se va despoblando y quedando cada día más vacío”.

Es una sensación natural que sienten las personas de avanzada edad y que no es claro si sentirla es un privilegio o tuvieron mejor suerte los que partieron antes. Tras la muerte de Don Fabio Echeverri Correa he sentido de manera prematura esa misma sensación que sienten los más viejos porque veo que Colombia se va despoblando de esos grandes forjadores de patria que encarnan la conciencia moral de la nación.

Don Fabio Echeverri fue un hombre de empresa de muchos logros y ejecutorias, cuyo mayor ejemplo fue haberse involucrado en la política para servir y no para buscar un beneficio personal. Así lo reconoció el presidente Uribe en la primera reacción a su muerte con una bella metáfora: “su primer balance fue el balance de la patria”.

Don Fabio se entregó con denuedo a la causa Uribista, siendo gerente de las dos campañas que llevaron a la presidencia a Álvaro Uribe, allí dejo un testimonio de su estatura ética y moral; siendo las campañas políticas más escrutadas de la historia, lo único que encontraron en ellas fue absoluta austeridad y apego a las normas.

Era sin duda un hombre de carácter y convicciones que no practicaba ni sucumbía a la lisonja; a pesar de haber sido artífice de la primera reelección de Uribe, se marginó de la segunda por considerarla inconveniente, y cuando todos los uribistas creíamos que Santos era el hombre indicado, Don Fabio anunció públicamente que no votaría por él porque no lo consideraba “competente para el cargo”.

Por eso no es de extrañar que un hombre tan inteligente como Álvaro Uribe no solo cultivara sinceramente su amistad de vieja data, sino lo valorara como uno de sus más importantes consejeros en el cual podía depositar su confianza en los más críticos momentos.

Su último esfuerzo por el país lo consagró a asesorar y apoyar al senador Iván Duque, cuyo padre, Iván Duque Escobar, quien también nos dejó hace poco, pertenecía a esa misma estirpe de grandes servidores públicos, de la cual se está despoblando nuestra sociedad.

El ejemplo de Don Fabio Echeverri es más necesario que nunca en una sociedad donde los políticos cuentan los votos como ovejas en un redil, donde la indignación por la corrupción quiere ser aprovechada por los falsos profetas de la transparencia para llevarnos al abismo del odio y el populismo, donde se ha relativizado el crimen en nombre de la paz y donde queda un viejo y curtido gladiador de la democracia, que es el presidente Uribe, tratando de librar su última batalla por la patria en un mundo que se va despoblando de sus paladines, promoviendo liderazgos como el del senador Iván Duque para que Colombia tenga un futuro.

Ante la partida de don Fabio vienen a mi mente las palabras que pronuncio Ortega y Gasset a la muerte de Unamuno: “La voz de Unamuno sonaba sin parar en los ámbitos de España desde hace un cuarto de siglo, al cesar para siempre temo que padezca nuestro país una era de atroz silencio”.

Mucho extrañaremos la voz de don Fabio Echeverri en esta gritería y en este sartal de mentiras en que se ha convertido la política colombiana.

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