Los desafíos de Angela Merkel

Robert Shaves Ford

La canciller alemana se impuso claramente, por cuarta vez, en las elecciones nacionales de su país. Aunque con menos margen, desde que ha perdido un millón de votos con los que hasta no hace mucho contara, que han partido hacia otras alternativas. Algunos hacia el centro, otros hacia el populismo. Primero, la reforma de la Unión Europea y la de la llamada “eurozona”. Allí tiene ya empujando al nuevo presidente de Francia, ansioso por avanzar velozmente con sus imaginativas propuestas que apuntan a la profundización de la integración continental, a la que hoy muchos europeos se resisten. Más aún en Alemania. Pero eso es lo que Macron está ya poniendo sobre la mesa.

Segundo, la necesidad de adoptar un rol más protagónico en el escenario mundial, por la defección de Donald Trump en la tarea de defender los valores centrales de Occidente y ante el fuerte aumento de la influencia y presencia de China y Rusia en todos los rincones del mapa. Esto requerirá previsiblemente que Alemania cumpla, de una vez, sus promesas y aumente su músculo militar con la asignación al mismo del 2% de su PBI que fuera comprometida en la Otan. Tercero la urgencia de“re-balancear” su poderosa economía, bajando sin más demoras su enorme superávit comercial y dedicando los recursos del caso, con la intensidad requerida, para renovar una infraestructura pública germana con muchos rincones hoy claramente obsoletos. Alemania necesita recuperar sus niveles de inversión. Y, además, crecer en el complejo mundo de la tecnología, en el que se está quedando atrás.

Cuarto, encarrilar la crisis de los refugiados, que realmente polarizó a su país y que requiere de un esfuerzo monumental de integración entre la cultura alemana y las de los recién llegados, atendiendo -con la prudencia del caso- el problema de no “islamizar” de pronto a Alemania, que a muchos parece preocupar. Angela Merkel obtuvo entonces -como pretendía- un nuevo mandato. Pero salió debilitada, con el nivel de apoyo popular a la Democracia Cristiana más bajo desde 1949. Deberá, además, gobernar en coalición con la derecha (que ha crecido un 5,2%) y con los “Verdes”, agrupaciones de muy distintos pelajes y objetivos. Porque esta vez el socialismo, también muy debilitado en la reciente elección, quiere ser oposición y recuperar así su identidad ideológica. El universo político alemán ha quedado muy fragmentado. Por primera vez desde la Segunda Guerra Mundial, tendrá en su Parlamento a legisladores nacionalistas, lo que augura un diálogo doméstico bien distinto al mantenido hasta ahora, que incluirá los temas étnicos y raciales.

La nueva gestión doméstica de Merkel que ya se inicia luce compleja. Presuntamente será la última de una líder exitosa que hoy parecería ser el pilar de la estabilidad del mundo. Quizá por eso mismo el riesgo de su éxito o fracaso se extiende claramente más allá de Alemania.

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