Votar bien; por el futuro…

Polidoro Villa Hernández

Personal, de los hijos, del país. Meditemos antes de votar. Porque después de siglos de guerras, violencia, lutos y despojos sufridos por los colombianos buenos -que son la inmensa mayoría-, seres que han soportado con estoicismo una inicua expiación por pecados que jamás cometieron, ya es justo que gocen de una real democracia participativa que les permita vivir en paz, en armónica convivencia para iniciar la búsqueda de una transcendencia espiritual. Repudiemos la insaciable codicia por el dinero fácil que ha hecho perder el norte a tantos dirigentes y funcionarios públicos, que deberían ser paradigma de la sociedad.

Concretemos sueños y anhelos seleccionando bien a quienes elijamos para expedir leyes y normas que guían nuestra vida en concordia; que sean patriotas en el sentido intrínseco de esta archivada palabra: ‘Que amen y procuren el bien de su patria’. Miremos que sean idóneos y honestos; que alivien y no empeoren los males de nuestra sociedad; que no sean líderes promeseros cuyo discurso es sinónimo de engaño cuando hablan de ‘trabajar por los pobres’, pero casi siempre terminan multiplicándolos.

Elección tras elección, nos volvimos crédulos, sucumbimos a la demagogia de politiqueros culebreros y, salvo algunas excepciones, no acertamos en la elección de legisladores comprometidos en velar por el interés general y que lo antepusieran a su ego y ambiciones personales; no hallamos gente que pensara en grande y visionara una región en el medio y largo plazo. Votar sin discernir, nos hace hoy corresponsables de que la Fiesta de la Democracia que celebramos, esté ensombrecida por nubarrones de incertidumbre. Como si estuviéramos al borde de un cataclismo.

Rectifiquemos. Es tiempo de buscar mejor futuro. Antes de votar, repasemos las ejecutorias de los candidatos y privilegiemos a aquellos que no hacen de la política un negocio, que tienen un pasado limpio, sin escándalos. Por más que besen niños mocosos y abracen campesinos -para el spot y la foto-, no elijamos o reelijamos a clientelistas conocidos que explotan la candidez de la gente para luego asaltar el erario; rechacemos a los traficantes de votos; cero sufragios para los que por acción u omisión, estén manchados de corrupción; ni un voto por los que quieren perpetuar su malsano poder político a través de cuerpo ajeno; ninguno para los que roban los alimentos de los niños en los colegios públicos.

No votos para los que van al Congreso con ánimo farandulero a proponer que las velas de sebo y el jabón de la tierra, sean declarados como patrimonio cultural de la humanidad; no a los que hacen acuñar medallas a granel para condecorar a turiferarios de sus egos.

En las actuales circunstancias, votar en blanco o abstenerse no ayuda. Votaré por el ibaguereño Jorge Enrique Robledo. Nunca nadie lo ha tildado de corrupto, y son reconocidos sus debates de control político en el Senado, sin miedo y sin saña, para denunciar las vagabunderías de nuestra política. Sus intervenciones, francas y valientes, cuestionan las injusticias del sistema. Es la actitud civilizada y racional que debe tener la oposición. Es el ejercicio de su talante de izquierda, moderado, inteligente, que le da siempre muchísimos votos, de todos los estratos, por su verticalidad y entereza en un país donde el silencio es cómplice. El instinto de conservación y la Divina Providencia nos inspiren al votar.

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