De tiburones, líderes y política

Fabio Humar

La aprobación de estos dineros permite al país invertir en la conservación y protección de recursos naturales, y atender desafíos ambientales en regiones y ecosistemas estratégicos.

Hace un par de días leí, perplejo, la noticia de que el Minagricultura había autorizado una cuota para pesca de tiburones. Confieso que no acudí, no quise, a la fuente original de dicha autorización, que con seguridad es una resolución emitida por esa entidad.

Quedé con la información de la prensa y de las redes sociales que, enfurecidos, replicaron sin cesar la noticia.

Leí cientos de comentarios de personas que destruían con argumentos de todo tipo la referida autorización de pesca y me quiero centrar en uno en particular y proponer cómo este tipo de decisiones (la autorización de pesca) son una muestra de la desconexión que hay entre el gobierno y los ciudadanos. Dejo claro que eso ha pasado casi siempre en todos los gobiernos, pero en vista de las recientes elecciones creo que la cosa ha empeorado.

Un argumento recurrente en las críticas a la autorización de pesca de tiburones era que ello atentaba contra la vida de los animales y que era un crimen ecológico. Ninguno de los argumentos censuraba las razones técnicas o científicas detrás de dicha autorización, como podrían ser la superpoblación de los escualos.

Insisto: Las críticas se hacían desde lo ecológico, desde la compasión del humano con otras especies, y de la actitud “criminal” (así decían) de quien había expedido esta autorización.

¿Qué tiene que ver la pesca de tiburones con las elecciones regionales? Que entre los gobernantes (quien expidió la autorización) y los ciudadanos (que la critican duramente) hay una absoluta desconexión.

Hay un divorcio que parece irremediable y ello quedó evidenciado en las elecciones del 27 de octubre, donde la gente masivamente votó por candidatos que hablaban un lenguaje más “moderno”: Sí a la ecología, sí a la diversidad, a la bicicleta, no a los carros, ni a los partidos tradicionales.

Los jóvenes ya tienen otro “chip”, como dirían las tías. Son personas que no aceptan argumentos de autoridad, que cuestionan, son ecologistas radicales y defienden la vida de los animales, incluso por encima de la de los humanos. Son liberales en sus convicciones, con poca o nula expresión pública de sus creencias religiosas. Quieren un Estado pequeño pero eficiente.

Y esos jóvenes entronizaron a Claudia López en Bogotá, y a Quintero en Medellín. Lograron que en Bogotá el concejo esté dominado por el partido Verde, que representa las características arriba señaladas, y que en ese recinto ya no esté el famoso concejal de la familia, Marzo Fidel Ramírez, que defiende ideales que los jóvenes les lucen anticuados.

La famosa pesca de tiburones es, ante todo, una tontería monumental cuando se trata de buscar una sintonía entre la ciudadanía y el gobierno. Desconozco si hay razones técnicas para permitir esa práctica (dudo que existan) pero, insisto, es una torpeza política que confirma que los gobernantes van por un lado, y los ciudadanos por otro.

El reconocimiento de Piñera en Chile, donde de forma expresa reconoce su “falta de visión” como una de las causas de los problemas es una muestra de lo que digo. Ahora, hasta acá hay una descripción de lo que considero un problema. La pregunta clave es ¿Hay alguna solución?

COLPRENSA

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