Diecisiete minutos

Columnista Invitado

El atentado terrorista en dos mezquitas en la ciudad de Cristchurch, Nueva Zelanda, abre un hito macabro en la historia de las masacres. La muerte de cincuenta personas de origen musulmán e igual número de heridos, por parte de un fascista confeso que expreso su racismo y se valió de Facebook para mostrar las imágenes de su acto cobarde durante diecisiete minutos, abre la posibilidad de que el terrorismo generalice el uso de este medio “en vivo y en directo”, gracias a la tecnología, la misma que quedó en evidencia cuando no pudo borrar inmediatamente dicho contenido.

Como si se tratara de “cine snuff”, películas que graban los asesinatos reales, las torturas y la violencia contra seres humanos, sin la ayuda de efectos especiales o cualquier otro truco, el asesino ubicó la cámara en el casco lo que le permitió, no solo mostrar el armamento con mensajes y nombres de personajes que a través de la historia han participado en la guerra milenaria de occidente contra los musulmanes, sino lo más terrorífico, la forma en que iban cayendo las víctimas. La inspiración, confiesa el criminal, fueron masacres como la realizada en Oslo y Estados Unidos, ejecutadas también por racistas como él.

Previamente este criminal “supremacista” había colgado un documento en el que expresaba su concepción política ultraderechista, su orgullo de ser fascista, su admiración por Trump y justificaba la acción “para enseñar a los invasores que nuestras tierras nunca serán suyas; nuestra patria nunca será la suya, al menos hasta que el hombre blanco viva”.

Los gobiernos intentan evitar en todo el mundo las masacres, sin embargo, esta tarea resulta casi imposible, porque no siempre se ataca el problema en todas sus dimensiones y, por ejemplo, en algunos países como Brasil, Estados Unidos y en estos días en Colombia, en lugar de propiciar el desarme, son venales ante la presión de los comerciantes de la muerte.

Otro factor es el de las redes sociales. El escritor italiano Umberto Eco ya había pronosticado que: “La fe ciega en internet engendra monstruos”. Según expertos, la red exacerba el morbo patológico con sus deseos de ver, oír, palpar y figurar, entre otros, los que abren el camino para convertir a las personas vulnerables que carecen de afecto y de oportunidades, como también a los niños y adolescentes que permanecen horas enteras frente a la pantalla, en adictos a experiencias extremas que deslumbran y alienan con esa realidad virtual que compensa sus carencias y les permite buscar el reconocimiento y la adhesión de miles de “contactos” en el mundo entero.

Aunque diecisiete minutos es poco tiempo, si debe servirnos para iniciar una profunda reflexión y una actitud beligerante para lograr el desarme, para rescatar la vida.

lcelemin2@gmail.com

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