La política exterior colombiana: el retorno a la República Bananera (II)

David Héctor Galeano

En diciembre de 1928, por orden de la United Fruit Company y con la anuencia del presidente conservador Miguel Abadía Méndez, fueron asesinados un número indeterminado de ciudadanos colombianos, por el solo hecho de exigir derechos laborales en ese olvidado rincón del país cuna de nuestro Premio Nobel de literatura.

Más tarde, en 1954, Jacobo Árbenz, presidente legítimamente elegido por los guatemaltecos sufrió un golpe de estado impulsado por los EE.UU. y patrocinado por la misma criminal empresa bananera.

Colombia y Guatemala, representan solo dos ejemplos de las razones que llevaron a darnos a conocer ante el mundo como las repúblicas bananeras. Países sin autonomía, subordinados al mejor estilo colonial a los EE.UU., que como potencia hegemónica continental ejerció un manejo arbitrario sobre todos los países por debajo del Río Grande.

Desde el 7 de agosto del año anterior, Colombia comenzó a surcar nuevamente la senda de la sumisión hacia Washington. Antes de posesionarse el inexperto mandatario colombiano se reunió con los más excelso de la extrema derecha norteamericana: el jefe de la CIA, funcionarios de la Secretario de Estado, encabezados por Pompeo y el radical religioso vicepresidente Pence.

Sin duda, estas reuniones marcaron el punto de quiebre a lo que han sido ocho meses de una funesta, humillante y fracasada política exterior, encabezada por un funcionario cuyo talante no se acerca mínimamente a lo que se esperaría de un Canciller. El descomunal fiasco de la política exterior convirtió al país en un destino vetado por el gobierno de los EE.UU. para el turismo. Nos condujo a nuevamente ser señalados como un “país problema” y la única respuesta del incapaz mandatario colombiano es mirar por el espejo retrovisor.

Hoy el país es señalado por el mundo desarrollado como farsante, mentiroso y tramposo, al desconocer los acuerdos firmados por el anterior gobierno. No obstante que el mundo le exige a Duque la firma de la JEP, de manera hipócrita veta seis articulitos que en esencia son la columna vertebral de la norma.

Sin embargo, igual que en el gobierno de Abadía Méndez, cuyas manos quedaron manchadas de sangre y de la Guatemala de Árbenz, derrocado por la hoy financiadora del paramilitarismo – Chiquita Brans – el gobierno colombiano solo busca complacer las exigencias de una Casa Blanca, cuyos temas solo se limitan a Venezuela y la fumigación para erradicar los cultivos ilícitos.

La autonomía construida por Santos Calderón quedó atrás, el país de la paz pasó al olvido, la nación ávida de verdad es paulatinamente acallada por la mordaza de las balas. En otras palabras, la propuesta “naranja” del inepto mandatario colombiano, podría cambiarse perfectamente por el color amarillo del banano, ya que entre su partido y el mediocre Canciller, llevaron al país a los tiempos de la república bananera.

Analista Internacional

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