Tríptico laboral colombiano

Luis Fernando Garibello Peralta

Cuadro 1: Una mujer que conozco se posesionó en un cargo público hace poco en la rama judicial, hablando con ella de inmediato me llamó la atención dos cosas: la jefe, una mujer madura y rígida, por supuesto formada décadas atrás en lo público de cargo magistrada, le dijo: Dónde vive, ella respondió señalando su lugar de residencia, a lo que la superior de inmediato respondió: ¿por qué tan lejos? Hoy la gente vive cerca de sus trabajos, la réplica de la mujer me pareció sensata: vivimos cerca del colegio donde estudia el hijo, además agrego yo, porque allá fue donde hace años decidió comprar su apartamento sin saber que años después llegara a trabajar a ese despacho.

En la tarde del mismo día primero de su nuevo trabajo, otro superior jerárquico, el oficial mayor, le dijo: yo llego acá a las cinco de la mañana todos los días. Se trata de un señor joven y soltero que busca por supuesto “ganar puntos” con su jefe sacrificando incluso su vida privada, por supuesto ambos mensajes son claros; constriñendo al profesional, quieren que las personas que lleguen allí tengan el mismo nivel de “sacrificio”, yo diría esclavitud, que ellos.

Cuadro 2: Una persona amiga hace años: coincidimos en un evento dos meses atrás me dijo: en la empresa que trabajo hace 20 años o tal vez más, hicieron un concurso, me inscribí, pasé todas las pruebas (era previsible, pues con este tiempo en cualquier empresa tiene conocimiento suficiente, experiencia plausible para afrontar cualquier reto laboral); no obstante, la última era una entrevista con la secretaria general quien le “preguntó”: Cierto que usted no puede quedarse después de las cinco de la tarde?

Por supuesto, la pregunta llenó de indignación y tristeza a la funcionaria, pues la señora tiene hijos en la Universidad y lleva una vida decente en su hogar junto a su esposo, con quienes una vez terminadas sus respectivas jornadas laborales, juegan perfecto su rol de padres y esposos, la funcionaria dijo no pues hago el trabajo que siempre me han asignado durante el día, de hecho la pregunta venía con una toxicidad típica de la arrogancia de alguien que también se estrenaba como secretaria general en una entidad pública que obvio, le negó el ascenso.

Cuadro 3: Un señor de cuarenta y cinco años, hace doce años, cuando estaba alcanzando un nivel profesional ideal para un cargo directivo, aplicó en varias ocasiones a cargos importantes en entidades públicas y privadas, pero siempre le decían: preferimos personas casadas, con hijos, gracias. La justificación la daban en la “lógica” de que presumen más responsables quienes tienen a su cargo familia que quien no, ergo así sería en su trabajo, lo triste en este último caso; el señor citado es gay, y en esa época la legislación no permitía uniones ni menos adoptar menores por cuenta de su “condición”, hoy por supuesto sucede con él todo lo contrario pues no solo formó un hogar, sino además está educando, criando de la mejor manera a una preciosa niña, incluso mejor que muchos padres.

Es curioso, en Colombia las normas en materia laboral no se apliquen en las empresas en especial estatales, y pareciera que prima la ley del “más fuerte”, el funcionario atrevido que amenaza con su “poder” a quien quiera, y de ahí para abajo donde los demás funcionarios imprimen la misma presión con el fin de quedar bien con su rabioso amo. Funcionarios operadores de estas clases a raja tabla, deciden y disponen de las vidas de las personas sin consideración de su vida personal, familiar y por supuesto profesional, con un régimen propio de décadas pasadas, administrando “a punta de rejo”, no obstante, celebrando el día de la familia, el del amor y amistad, navidad entre otros. Por situaciones como estas, el Estado afronta demandas que suman billones de pesos en su mayoría con pérdidas para el mismo, y que en muchos casos, no repiten contra el funcionario que abusando de su poder, decide la suerte de las personas.

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