Espanto y vergüenza

Columnista Invitado

Las estadísticas relacionadas con los asesinatos de Líderes Sociales y Defensores de Derechos Humanos en el Cauca, no solo espantan sino avergüenzan. Espantan por la cantidad y continuidad casi diaria de homicidios, y avergüenzan por cuanto evidencian, la existencia en ese Departamento de un galimatías institucional, o sea, un Estado dentro del Estado, donde actúan tres de los más tenebrosos agentes apocalípticos de muerte y violencia en Colombia, como lo son el Eln, las disidencias de las Farc y el “Clan del Golfo”, los cuales ejercen indiscutible poder en dicho territorio.

Asesinan a diario líderes sociales, defensores de derechos humanos, funcionarios que trabajan en el Programa Nacional Integral de sustitución de cultivos ilícitos, y en los Planes de Desarrollo con Enfoque Territorial, que de alguna manera se opongan a sus intereses.

Y en ese territorio, aparentemente opera el Estado en defensa de la soberanía nacional, de la vida, honra y bienes de los ciudadanos. De ahí, que las destempladas aseveraciones hechas por Guillermo Botero, demuestran que las políticas de seguridad constituyen en este período, competencia exclusiva y directa de las Fuerzas Armadas, por encima de un funcionario, experto en mercadeo empresarial, pero nada de nada en conocimiento sobre seguridad nacional y menos en seguridad ciudadana.

Una cosa es una cosa, y otra cosa es otra cosa, dice un proverbio de los abuelos, que para el caso puntual de la paz nacional, se expresa en el hecho de venir el Ministro de Fenalco, cuando lo recomendable habría sido llegar de la respetable franja de buenos tratadistas y expertos en paz, convivencia, Derechos Humanos y DIH, que existen en nuestros medios intelectuales y académicos.

Es que la visión de paz estratégica que orienta al actual mandatario, con el Presidente “eterno” ordenándole al oído, es la de hacer trizas, por debajo de la mesa, el Acuerdo con las Farc.

Así lo evidenció en contundente debate el senador Roy Barreras, en su extraordinaria intervención a comienzos de esta semana, en el que demostró, que más que la persona, lo determinante es la política de seguridad estatal.

Y, en este campo, parece que el presidente Duque no tiene norte propio en el tema, y sigue despistado como siempre, tratando de cercar diplomáticamente a Maduro, recabando en la difícil situación de Venezuela, como si aquí estuviéramos en el paraíso terrenal.

Lo procedente y sensato, sería seguir el consejo de Roy, y avanzar en un Gran Acuerdo Nacional por la Paz y el Desarrollo Económico. La movilización social, que se expresará en los meses venideros, refrendará en las calles lo que debería firmarse de manera urgente en la Casa de Nariño. Un sano ejercicio de soberanía popular.

DISPAROS AL AIRE

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