Otra vez la “Farc” y su barbarie al canto

Manuel José Álvarez Didyme

Como lo viene advirtiendo consternada la opinión, la antología mundial del crimen y la barbarie no había vuelto a registrar nada parecido a lo sucedido en nuestra inmortal Colombia, por cuenta de la reedición de una guerrilla que devino, ahora sí en forma desembozada en organización de clara estirpe narco-criminal, autora de incalificables acciones de violencia que creíamos irrepetibles y superadas desde la tenebrosa vigencia de las originales Farc del pasado siglo.

Y esto lo expresamos todos aquellos que estupefactos hemos venido enterándonos por los medios de comunicación lo que viene ocurriendo con los autodenominados guerrilleros, que a falta de racionales argumentos para convocar a su causa, han optado por secuestrar infantes en forma indiscriminada hasta formar “un ejército de niños” o para utilizarlos como “carne de cañón” o escudo frente a los ataques de que son objeto por la fuerza pública.

Reeditando y casi superando de esta manera la violación del DIH y los crímenes cometidos en las muchas violencias que otrora hemos debido soportar, incluidas los de la bárbara conquista, la campaña libertadora, la llamada “guerra de los mil días”, o las partidistas “del treinta y seis” y “de los cincuenta”, etc., etc....

Magnificada esta barbarie de hoy con los muchos recursos económicos que jamás devolvieron en su fementida paz, y los que les generan el secuestro, la extorsión y por sobretodo el narcotráfico, con lo que pueden adquirir lo último en tecnología bélica, para ponerla al servicio de la destrucción y la muerte y usarla como fuente de ingresos económicos para seguir depredando, en un macabro círculo sin fin.

Sin que llegue a importarle a los perversos, que con ello solo estén logrando concitar la reprobación general de la opinión nacional y la del orbe en su contra, al ver a través de los medios de comunicación tan vitandas acciones, no como el acontecimiento lejano y borroso que hubiese podido ser años atrás antes de la existencia de la televisión por satélite y el internet, sino en una evidencia inocultable que torna transparente lo que sus autores creían bien oculto: quiénes son, qué piensan y qué es lo que hacen verdaderamente estos neobárbaros.

Porque tal cúmulo de violaciones a las leyes “civilizadas” de la contienda, no tardan en sucederse cuando las imágenes ya le han dado la vuelta al globo, haciendo imposible que los discursos miserabilistas de la izquierda de otrora, presten utilidad para enmascarar tan execrable conducta.

Al punto que hoy, por igual, interna e internacionalmente, se rechace cada depredación, cada atentado a la población civil, cada bomba detonada, cada iglesia destruida o cada fusilamiento, haciendo que la simpatía que alguien hubiera podido sentir con su violenta aventura, se transmute en repudio.

Con la suficiente contundencia para desconceptuar todo lo que hasta hoy han hecho los criminales y sus inspiradores, y para alimentar una reacción tan grande en su contra, que su peso, más temprano que tarde, terminará doblegándolos y obligándolos a claudicar, como bien ha ocurrido en otras latitudes con bandas terroristas como la Eta de España y Francia, o el Ira irlandés que no tuvieron más remedio que buscar de forma presurosa un armisticio para congraciarse con la opinión, generalizadamente adversa.

Porque por efectos de la globalización, el mundo sabe que la violencia, sin que importe donde se desenvuelva, afecta sus propios intereses, lo cual lleva a que se incorporen al tema, los organismos internacionales, los luchadores por la paz y los derechos humanos, los vecinos, los socios en los mercados regionales, los inversionistas transnacionales, los consumidores mundiales de los productos nacionales, en suma la “aldea global” a la que pertenecemos, entiéndanlo o no estos vándalos.

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