Hoja de ruta para el Tolima (II)

Alberto Bejarano Ávila

Salvo el espejismo de la Ley Armero, que pronto se disipó, nadie podrá demostrar que desde los años 60 el Tolima haya “levantado cabeza”, pues analistas y luchadores de tantas épocas sabemos que las violencias, la apertura económica, las tragedias naturales, la corrupción, la desindustrialización, la politiquería clientelista, el ocaso de la razón, la pérdida de empresas estratégicas (públicas y privadas) y más factores funestos, casi todos evitables, causaron el tenaz desempleo y más males.
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No habiendo razón para seguir cohabitando con esa realidad como pobres vergonzantes, los tolimenses estamos obligados a establecer un nuevo marco de ideas, visiones y objetivos y la hoja de ruta que señale caminos convergentes a seguir.

Decía en la primera parte que la tragedia histórica del Tolima que hoy desnuda el Covid-19, está causando una lluvia de soluciones facilistas y efectistas: pactos por el empleo, contrato social, apoyo estatal, inversión externa, inversión pública, en fin, un dèjà vu que explica por qué, ante la tragedia, en vez de superarnos seguimos en la misma. ¿Acaso no son suficientes 60 o más años para saber que paliativos, lugares comunes o buenas intenciones ya agotaron su validez y que urge despertar de la borrachera conceptual listos a girar 180º para empezar construir desarrollo? Buen tema para conversar, si para ello existiese voluntad.

Al Tolima hay que rehacerlo y esa no es tarea de palabreros sino de una minga del deber, el saber y el hacer en cooperación. En el pasado el enfoque del desarrollo estaba encriptado, la voz cantante la tenían gobiernos, sujetos vitrineros, políticos anodinos, teóricos copietas, pero hoy sabemos que todos somos gestores potenciales del progreso y por ello admitir la premodernidad del Tolima es vital para ver la complejidad y sistematicidad de lo moderno, donde cada ciudadano es aliado estratégico. Al fin y al cabo los tolimenses tenemos un algo en común y ese algo es el deber de cooperar con ideas y trabajo en la lucha por el progreso.

La vía al desarrollo no es una vía, son varias vías (“todos los caminos llevan a Roma”) y cada una tiene punto de partida y efectos sobre las otras vías. Ejemplo elemental sería potenciar el poder de compra para generar desarrollo; bastaría crear cofradías de consumidores que exijan ética, calidad y precio justo y así hilar lo social (consumo) a lo económico (producción tolimense) para afianzar una economía que, a su vez, vigorizaría los fiscos para que el sector público invierta en infraestructura y reinvierta socialmente. Ésta es una de tantas variables del mapa (algoritmo) del progreso tolimense que muchos subestiman o caricaturizan.

Para el corto plazo no hay solución seria, sólo mitos, pero, si ya perdimos seis décadas, ¿por qué no mirar el mediano y largo plazo? Ello es viable si evitamos reaccionar por susto y con afán ante los dolorosos índices sociales y tomamos el desarrollo como causa que produciría, entre más efectos, la generación de empleo. En cinco años haríamos lo no hecho en sesenta.

ALBERTO BEJARANO ÁVILA

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