Alta y pequeña política

Alberto Bejarano Ávila

¿Es políticamente incorrecto decir que la cultura centralista del desarrollo impide que surja la cultura regional del desarrollo? Opino que no, pues siendo las regiones las que entrañan las soluciones a los problemas del país, un falso paradigma dominante nos fuerza a aceptar, porque sí, que Bogotá provee las soluciones al atraso regional, paradigma que lleva a algunos políticos y analistas económicos a amamantar sus criterios donde se originan los problemas y no las soluciones, Bien dijo Stephen Hawking: “el desorden aumenta con el tiempo porque nosotros medimos el tiempo en la dirección en la que el desorden crece”.
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Quienes creemos que la política pequeña debe dar paso a la alta política no comprendemos por qué, sabiendo que Tolima se descuaderna cada vez más, cuando se avecina una elección los políticos y otros actores regionales, en lugar de convertir la época electoral en tiempos de examen colectivo de los problemas, endiosan banderas y jefaturas nacionales que jamás sirvieron al Tolima y, desde esos “altares”, urden alianzas electorales más no programáticas y así, en lugar de construir y ejercer una política de inclusión, compromiso y responsabilidad para coadyuvar al progreso regional, dividen y empobrecen la cultura política tolimense.

Creer en el centralismo es descreer de nosotros mismos, de nuestro talento para construir historia, de nuestras riquezas y fortalezas, de cohesión en la diversidad y, por ello, la política regional no alimenta sus ideas de lecturas contextualizadas y pertinentes sino de sobras de la “mesa” donde escasea la integridad y abunda la incompetencia, la corrupción y las mañas. Tal extravío, grosso modo, permite decir que la política, tal como la pensamos y practicamos en el Tolima, es causa del atraso y no fuente de soluciones a nuestros problemas.

El progreso es cuestión de alta política; el atraso es cuestión de pequeña política. Como tan elemental premisa es irrefutable y dado que ya empiezan los acomodos de cara a la cercana elección nacional y la aún lejana elección territorial, loable sería que los precandidatos, con debida antelación, invitaran a la opinión a conocer y hablar sobre la arquitectura estratégica que ellos y los grupos políticos que los avalan plantean para construir desarrollo tolimense. Así desmentirían que sólo se afanan por ser elegidos y que sus “ideas del desarrollo”, usadas como fábulas, son un medio para alcanzar sus propósitos.

Como la vocación política es tan respetable como otras vocaciones, sólo procede confiar en que los jóvenes y buenos prospectos electorales cambien su forma de ver y hacer política y por ello aconsejo, si lo permiten, tomar el progreso regional y no su propio ego como norte, pues ésta es la única forma de salvar la imagen del político y de lograr reconocimiento como hacedor de historia. Ante la falta de oportunidades, politiquear es opción, pero ello acicatea el círculo vicioso del atraso e impide que los políticos sumen en vez de restar. La alta política tolimense es fácil de construir, bastarían ganas de hacerlo, pero ganas es lo que no vemos.

ALBERTO BEJARANO ÀVILA

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