Como Orquesta sin Director

Alberto Bejarano Ávila

Como orquesta sin director, así parece ser el “concierto” que ofrecen los sectores público y privado para alcanzar el desarrollo tolimense.
PUBLICIDAD

La disonancia del “concierto” radica en la falta de método, dirección y control para armonizar el apiñamiento de tesis, promesas, modelos, planes, ruegos al centralismo, etc., con que buscan lograrlo. A unos líderes les reconocemos su sincero esfuerzo y a otros su feo protagonismo y lo cierto es que, hasta hoy, los primeros, por razones que ya veremos, nunca hallaron el camino al desarrollo y, los segundos, siempre lograron desfogar su protagonismo haciéndonos creer que sí gestionan el desarrollo.

Ésta ha sido una constante por muchos años y para vencerla, creo yo, la pregunta cardinal que todos deberíamos contestar no es cómo construir desarrollo, sino por qué el Tolima no logra entrar en el camino del desarrollo. Ideas sobran, pero su pertinencia y eficacia sólo la certifica la realidad y nuestra realidad señala que, hasta hoy, las ideas han sido infructíferas y que la situación tiende a agravar. ¿Qué explicaría el fracaso continuado de las ideas? Me atrevo a formular esta hipótesis: muchos de quienes planteamos soluciones también somos obstáculo, “lo que escribimos con la mano lo borramos con el codo”.

Tal fenómeno surge porque parte de nuestra idiosincrasia, nuestra cultura política, nuestro carácter permisivo y nuestra discapacidad autocrítica genera desencuentros, luchas pírricas por “micro espacios”, frenesí ególatra, ninguneo del contrario, afán de brillar por efectismos y no por grandes realizaciones, estúpida polarización por causas inferiores y extrañas. Tales razones obligan a insistir, una y otra vez, en que antes que tesis brillantes para el desarrollo, el Tolima debe reconstruirse cultural y moralmente. Por genial que pueda ser, ninguna tesis o idea germina en entornos sociológicos más proclives a ser obstáculo que solución.

En artículo anterior indicaba que la falta de sentido histórico y el afán inmediatista, efectista y mediático inhibe el examen de la cuestión tolimense desde la línea del tiempo y, por tanto, hoy juraría que a finales del 2025 o 2030, si alguien hiciese un análisis comparado con 2020, hallará que, en esencia, todo sigue igual o quizá peor. Inusitada pero vivencial o empírica es mi teoría, ya que por hábito personal suelo recordar una o dos décadas atrás y siempre hallo lo mismo, o menos. En aquel futuro quisiera ser acusado de haber jurado en vano y ello será posible si hoy se empieza a construir desarrollo compartiendo ideas, voluntad y esfuerzos.

El progreso deriva del acierto privado, público y social y por ello los tolimenses debemos ser un equipo con alto espíritu competitivo que participa en la difícil “poliathlon” del desarrollo con objetivos claros, estrategias, tácticas, charlas técnicas, entrenamiento continuo, análisis crítico, acuerdos, disciplina, exigencias mutuas, escenarios futuros. Con división del trabajo, diálogo continuo y evaluación rigurosa, nuestro equipo inauguraría la nueva etapa histórica del Tolima. De no ser así, y no lo deseo, estoy seguro que el 2030 me dará plena razón.

ALBERTO BEJARANO ÁVILA

Comentarios