Pensadores y desarrollo tolimense

Alberto Bejarano Ávila

¿Por qué, es mi lectura, el Tolima es ejemplo de intrascendencia, de levedad, de convivencia pasiva con el atraso, de rutina estéril? La respuesta podría ser que nuestra región sufre del “síndrome de la rana hervida”, analogía utilizada por los ubicuos motivadores para explicar a sus discípulos cómo los problemas pueden agravarse sin darnos cuenta. También podría ocurrir que, pese a estar conscientes del atraso, algún trastorno en nuestra psicología social esteriliza el espíritu resolutivo y nos constriñe a vivir en inercia. Cualquiera sea la respuesta, el quid del asunto es que nuestro tiempo transcurre lleno de palabras y vacío de resultados.
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Tales porqués y sus respuestas obligan preguntar si es normal que nuestros pensadores, sin tener juicio claro sobre los grandes problemas morales, económicos y políticos del Tolima y sin asumir posición resolutiva frente a ellos, opinen con relativa perspicacia y empeño sobre los problemas morales, económicos y políticos del país y el mundo y asuman posición frente a esos problemas. Normal no parece, pero así es, y ello sería indicio de alteración en nuestra psicología social que hace creer que arreglando el país se endereza el Tolima, que lo primero atañe a terceros y que a nosotros nos basta con opinar y esperar los resultados.

No creo ofender si alego que desde hace muchas décadas la intelectualidad tolimense dejó de pensar al Tolima (o tal vez nunca lo pensó), que se habituó a su crónico subdesarrollo y que, por no intentar siquiera hallar sus causas, terminó cohabitando con ellas. Ésta hipótesis lleva a imaginar una intelectualidad que levita con sapiente autoridad en las grandes alturas sin tener, es literal, los pies puestos en su tierra y por tanto quebrantando una premisa vital: ¿Para qué pensamos si no es para transformar nuestra propia realidad?

¿Será que el prodigio de levitación intelectual convirtió en letra muerta el pensamiento de los tolimenses? Veámoslo desde este enfoque: si bien es conveniente y plausible el esfuerzo para cambiar el país y el mundo, imposible es hacerlo con inteligencia y autoridad olvidando que el esfuerzo mental debe empezar por casa, pues el Tolima tiene que ser transformado porque, históricamente, en su territorio anidan todos los problemas sociales, económicos y políticos, hecho que sus pensadores no ignoran y, por lo mismo, estarían obligados a ayudar a pensar el cómo hacer esa transformación dentro de los cánones del respeto y el diálogo.

Si los tolimenses quisiéramos transformar al Tolima, entonces el regionalismo tendría pleno sentido pero, qué ironía, si algo es borroso en el Tolima son las tesis regionalistas. Antioquia lo sabe y de ahí su gran peso político y económico, lo supieron vascos y cántabros en España, por dar ejemplos, quienes crearon el Partido Nacionalista Vasco y el Partido Regionalista de Cantabria (PNV y PRC), lo saben los caribeños, que fundaron el Partido Autonómico Nación Caribe (“el caribe para los caribeños”). Quizá algún día los pensadores tolimenses desciendan y quieran conversar sobre ello pues, hasta ahora, siguen en deuda con sus coterráneos.

ALBERTO BEJARANO ÁVILA

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