Las cosas como son

Alberto Bejarano Ávila

El grave problema del desempleo en Ibagué se convirtió en maquinal rito mensual porque, sin mea culpa ni análisis de causas, cuando el Dane entrega índices de empleo y subempleo se suscita el poco imaginativo ruego a los empresarios y al Gobierno nacional para que creen empleo en Ibagué. Así hemos obrado desde tiempos de upa y el desempleo ahí, creciendo y afectando a todo el departamento, dado que su capital tendría alrededor del 50% del peso poblacional y de generación de empleo e ingresos de todo su territorio. ¿Por qué la cuestión del empleo es palabrería insulsa y obstinada y no razón para propiciar grandes acuerdos?
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Desde luego la inutilidad de las repetidas fórmulas esbozadas cada mes obedecen a la forma de pensar y actuar de los tolimenses, pues en ésta materia, siempre creímos que el esfuerzo o el fin principal de empresarios y gobiernos es generar empleo, premisa que, en aquel ritual mensual, los mismos gobernantes, políticos y dirigentes económicos recalcan una y otra vez porque, así sea ingenua o falsa, es premisa moralmente correcta y de buen recibo mediático que genera aplausos y evita censuras derivadas del examen crítico de nuestra historia.

Las cosas como son. El fin principal de las empresas no es producir empleo sino sobrevivir, crecer y obtener ganancias, fin enteramente legítimo que, cuando se logra, crea puestos de trabajo y riqueza para la región, riqueza que por vía impuestos permite que gobiernos éticos y visionarios costeen la reinversión social. Creer que el empleo es fin misional de la empresa, pública o privada, es desconocer la eficiencia (menos costos mayor producción), el avance de la tecnología y que las empresas deben prosperar y obtener utilidades para reinvertirlas en más crecimiento empresarial y, por consecuencia, en más empleo.

Pensar que, en el Tolima, la “política” y los gobiernos que ella procrea tienen como objetivo generar empleo y desarrollo es ignorar que su “verdadero fin” es afianzar hegemonías para clientelizar lo público y controlan erarios para satisfacer ególatras voracidades que originan dañinos e inicuos efectos. Sí el fin, legítimo, de la empresa es obtener utilidades y prosperar y si el fin, ilegítimo, de la política es hegemonizar y controlar el tesoro público, entonces las falsas fórmulas para generar empleo seguirán utilizándose y el desempleo, la inseguridad, “el rebusque”, la fuga del talento y otros arraigados problemas crecerán inexorablemente.

De la empresa privada que apenas sobrevive y de un sector público cositero y non sancto, poco se esperará y por ello el talento regional debería hacer dos tareas: refundar la política honesta y legítima y asumir, en serio y a fondo, la cuestión del desarrollo. El empleo crecerá cuando, además de potenciar las empresas existentes, se duplique su número en simétrica diversidad industrial, agroindustrial, agraria y de servicios en todo el departamento y ello a su vez será posible sí el espíritu emprendedor y la cultura política regionalista se convierten en energía sinérgica capaz de vencer las profundas causas desempleo.

ALBERTO BEJARANO ÁVILA

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