Titiriteo de la realidad tolimense

Alberto Bejarano Ávila

Decía en otro texto que Ibagué, antes del Covid-19, tenía una tasa de desempleo del 18.8% y de informalidad del 54.2%, índices que revelaban una precariedad laboral del 73% y que esa realidad, sumada a otros serios problemas como el desempleo de jóvenes y mujeres, la corrupción etc., desnudaba una creciente tragedia social y mostraba lo raquítico de nuestra economía.
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Ahora esas cifras se abultaron por causa del Covid-19, pero poco a poco vuelven a su “normalidad”, sin que ello sea pretexto para que alguien diga luego que las cosas empiezan a mejorar en el Tolima, región que seguirá mostrando índices alarmantes y futuro incierto

No importa si esta opinión se juzga de alarmista o pesimista, pero sí me inquietaría que sea juzgada de falsa, porque así es como el negacionista rehúye la realidad palmaria y el examen de causas de la realidad. Así las evidencias lo atropellen, el negacionista jamás se preguntará por qué y hasta cuándo el Tolima carecerá de espíritu progresista y de rumbo y calificará de normales y ciertos los consabidos enunciados teóricos (inversión externa, ejes estratégicos, etc.) del pensamiento plutocrático que jamás dio ni dará resultado, no por los conceptos en sí mismos, sino porque en el Tolima tales conceptos no proceden de la construcción teórica propia (tolimensista) de un modelo socioeconómico progresista, humanista y moderno.

Así fue siempre y he ahí el resultado. También ocurre que, ante problemas coyunturales, no estructurales, algunos líderes económicos recurren al padrinazgo del político para gestionar medidas macroeconómicas, sin saber que su poder o influencia es ilusorio, porque el asunto del poder o influencia no es de políticos voluntariosos sino de peso político y, en Colombia, ese peso lo poseen los poderosos y no las regiones, como debe ser. Sí usando el centralismo el gran poder titiritea a políticos y economías de regiones sin peso político, entonces obvio es nuestro deber de construir verdadera política para que el político regional comprometido represente poder real para gestionar decisiones de Estado en pro de la economía regional.

Confundir lobby y apoyo político con peso político eterniza el caciquismo y el electoralismo y nada arreglará, pues el político arcaico y obsecuente no dialoga para buscar soluciones, él sólo es vocero de trapos partidistas, del centralismo, de agencias multilaterales y de su gran ego y por ello su palabra carece de significados válidos y novedosos y sólo alimenta sofismas de distracción que crean falsas percepciones de progreso y deprimen la voluntad del diálogo y el acuerdo para que el Tolima pueda emprender el camino correcto hacia su desarrollo.

Como el siniestro coronavirus, el atraso sólo se superará con el concurso de todos y por ello es hora de abrir, desde la perspectiva regionalista, un diálogo tolimensista acompañado del favor mediático consecuente, para invalidar tanta argucia que, al falsear o negar la realidad, impide que los tolimenses sepamos lo fácil que es empoderarnos para empezar a construir, en 47 municipalidades, una economía diversificada, sólida y verdaderamente incluyente.

ALBERTO BEJARANO ÁVILA

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