Consorcio aguas del Tolima (I)

Alberto Bejarano Ávila

En regiones como la tolimense un péndulo oscila entre el privilegio de tener abundancia de agua y la codicia neo colonialista para usurparla. En Colombia todo gobierno ha privilegiado a las multinacionales ávidas de los recursos naturales de las regiones y por ello, desde 2008, los ambientalistas empezaron su lucha con el “referendo por la defensa del agua como bien público y derecho humano fundamental”.
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Sin agua no hay futuro y por ello debe defenderse de los “vendepatria” y, para empezar, podríamos acuñar en el refranero popular una nueva frase: “agua que has de beber, no la dejes perder”. Recuérdese que “en Wall Street el agua ya se cotiza en el mercado de futuros de materias primas debido a la escasez de este bien”. 

El Agua (“oro azul”), de lejos nuestro más valioso y no renovable patrimonio colectivo, tiene estrecha relación con la economía y el buen vivir de nuestros descendientes. Sostenibilidad, ambiental y alimentaria, biodiversidad, biotecnología, bienestar campesino, generación de energía, paz, convivencia, agroturismo, evolución empresarial, son apenas algunas variables socioeconómicas de la visión de desarrollo que reconoce el agua como recurso esencial. En las montañas tolimenses el agua brota a raudales y corre por desprotegidas cuencas, pero su gestión siempre fue mediocre y cada día crece el grave riesgo privatizador.

Los acueductos municipales, comunales y veredales del Tolima sobrellevan crisis de calidad, operación y finanzas porque disociamos el suministro urbano de agua de los ámbitos rurales donde nace, porque la conciencia de lo público es débil y porque la política ha sido inepta y venal. Los viejos acueductos fueron construidos por los pobladores, ellos los pagaron y hoy los sostienen y por ello es infamia abusar de un vital e inajenable bien colectivo o pretender ceder su usufructo a extraños, pues a los tolimenses nadie ajeno a la propia naturaleza nos regaló agua, ni infraestructuras de conducción y tratamiento y por ello el saqueo codicioso causaría inviabilidad del desarrollo y por ende una eternidad de atraso y pobreza.

Ejemplo es el Ibal, ESP, sobre la cual penden tres espadas de Damocles: una, ser “caja menor de la politiquería” (es vox pópuli”); dos, la vulnerabilidad de su bocatoma principal ante una eventual avalancha del río Combeima (recordemos el 59 del siglo XX); tres, la sutil amenaza privatizadora que sucedería cuando la ineptitud y el abuso arruinen del todo al Ibal, la “joya de la corona” de la economía pública por ser sano monopolio y porque su materia prima no tiene costo directo por nacer en nuestra montaña y ser patrimonio de los ibaguereños. Todo ello entraña gran potencial rentístico para reinvertir honradamente o para el pillaje.

Ante el Ibal caímos en una racionalidad babélica, pues con blablablá se omite la pedagogía seria sobre las acciones para conservar el agua, los cronogramas para culminar el acueducto complementario, los planes de expansión y la publicación anual de estados financieros para saber si la gestión de nuestra empresa es eficaz o torpe y si es sólida o frágil. Continúa…

ALBERTO BEJARANO ÁVILA

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