Los árboles y el bosque

Alberto Bejarano Ávila

Por gentileza de sus líderes, hoy participo en 8 grupos de WhatsApp que representan varios intereses institucionales y diferentes ópticas del ocurrir cotidiano del Tolima y de Colombia. Doy fe de que en esos grupos prevalece la madurez y por tanto pocas, y de suyo amenas son las banalidades que allí se ofician y desde luego profusos y edificantes los tópicos, las ideas, los acuerdos, las discrepancias y la abundancia de propuestas sobre problemas comunes de los colombianos y los tolimenses en particular. Igual soy testigo de la tolerancia y el respeto de sus miembros con las ideas y los credos ajenos, pues pocos han sido los exabruptos. Por estas razones considero un privilegio el experimentar el lado positivo de las redes sociales y el leer y a veces compartir inquietudes, siempre francas, argumentadas y civilizadas.
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Puntuales y continuos son los debates sobre política, elecciones, empleo, medio ambiente, educación, gobernabilidad, economía, literatura, asuntos internacionales, cooperativismo, paz, cuestiones agrarias, etc. Un último y atrayente diálogo virtual se ocupó del patrimonio arquitectónico de Ambalema (Casa Inglesa, Estación), la casona de Jorge Isaacs, la casa de Álvaro Mutis, el Panóptico de Ibagué y otros referentes de arquitectura histórica. Para no mostrar mi ignorancia en el tema, solo recordé la propuesta sobre el Panóptico como Casa de las Colonias del Tolima, idea que de realizarse propiciaría el reencuentro tolimense para trabajar por la redención del Tolima, pero su hondo alcance sociológico fue poco entendido.

Desde luego que las ideas sobre arquitectura histórica, la Casa de las Colonias y otras ideas escuchadas a diario de personas sensatas e idóneas, no serán realidades por cuatro razones que sintetizo: porque esas soluciones no aportan votos, porque los erarios son lánguidos, porque no existe conciencia histórica y porque son asuntos puntuales que sólo adquirirían sentido en una histórica y compleja prospectiva del Tolima. Creo que el multicentrismo hoy domina la visión del desarrollo y por ello cada tema es fin y no segmento de una complejidad sistémica, o de otra manera, cada tema, aunque es buen árbol no deja ver el bosque y por ello no alcanza respetabilidad política. Así entonces las buenas ideas estarán bien atendidas si logran convertirse en letra muerta contenida en leyes, decretos, ordenanzas y acuerdos. 

Como conclusión diría que los tolimenses sí aportan buenas soluciones, pero, como dice un meme, “lo que le pasa al país (y al Tolima) es que la solución está en manos del problema”, es decir, una buena solución no será realidad mientras el fin de “la política” sea “la política” y no el desarrollo regional, verdad repudiada en voz baja y no pocas veces elogiada en voz alta y, por ello, para que todo cambie, nuestra noción de la política tiene que cambiar. 

Mi opinión es que el único camino para el Tolima es construir región, un asunto político (con mayúscula) que supone objetivos, metas, estrategias, acuerdos, identidad, cohesión social, pero ello no se aceptará ni será posible mientras “la solución esté en manos del problema”.

 

ALBERTO BEJARANO ÁVILA

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