Flaco favor

Alberto Bejarano Ávila

Discrepar no es irrespetar la manera de pensar del otro y, bajo esta premisa, debo confesar que me causó grima (“sensación molesta de intranquilidad, disgusto o desagrado causado por una cosa”) leer por estos días a algunos analistas, que creía consecuentes y coherentes, haciendo cábalas sobre el proceso electoral que inicia.
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Ellos, que suelen plantear estrategias para lograr el desarrollo tolimense, hoy caen en contradicción y, como si fuera gran primicia futurista, exaltan el proceder de los partidos políticos y los acuerdos electorales de políticos que no tienen ni interés ni conocimientos para entender y enfrentar el atraso del Tolima.

De quien formula estrategias de desarrollo en un contexto territorial concreto uno esperaría capacidad de lectura profunda y crítica de la realidad nacional y tolimense y que, por ello, debería saber que los partidos políticos, como centros ideológicos relevantes, ya no existen y que sólo son cascarones donde acampan políticos anodinos en procura de estatus, poder y margen de maniobra para obtener sus intereses personales y que, por esa grave razón, en el Tolima urge un legítimo modelo ideológico-político y actores elegibles que se caractericen por su talante demócrata, decidido, informado y comprometido con el futuro tolimense.

Quienes proponen estrategias de desarrollo deberían saber que el Tolima necesita construir una perfecta sincronía de lo público, lo económico y lo social, hecho que es posible cuando los dirigentes de estos sectores tienen un honesto, honorable e innegable propósito común: impedir que el Tolima navegue a merced de los malos vientos y, para ello, producir un viraje de 180 grados para encausarlo hacia el progreso, el sosiego y la solidaridad. No hay otro fin supremo para la economía, la sociedad civil y la política y, si surgen otros fines, narcisistas y aviesos, es claro indicio de una regresiva mutación de la democracia y los liderazgos.

El plantear estrategias de desarrollo exige coherencia y observación crítica, única forma de entender que la legítima democracia regional es condición sine qua non para elevar y hacer eficaz lo público y desde lo público contribuir al éxito de la gestión privada y comunitaria y, como antítesis de lo correcto, entender que la democracia se destruye (y con ella la sinergia social) con la “política” espuria que cabalga sobre el clientelismo, el hegemónico control de las instituciones públicas, el nepotismo, las corruptelas, el contubernio, la compra de votos y la utilización de la problemática social como mampara ideológica para justificar la falacia.

Flaco favor hace quien no plantea como estrategia vital el construir una nueva política, pues el progreso emana de la voluntad política y en la región la “voluntad política”, ahíja el atraso. No juzgo a buenos y malos (no soy maniqueo) solo digo que quien hace de la política su plan de vida, tiene que hacerlo con sabiduría y rectitud. Dijo Platón: “el precio de desentenderse de la política (o tutelar la mala política) es ser gobernado por los peores hombres”. Señores estrategas, propongo la redención de la política como una estrategia para redimir al Tolima.

ALBERTO BEJARANO ÁVILA

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