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Hasta aquí todo bien, pues estúpido es objetar el valor de las propuestas, los proyectos o las investigaciones, pero el asunto se enreda al averiguar cuántas de las propuestas o proyectos formulados por entidades no gubernamentales, digamos en las últimas tres décadas, fueron aprobados y ejecutados con éxito (no existen índices de ejecución de proyectos originados en la sociedad civil). Sin duda la proporción será ínfima y mostrará que el quid de la cuestión no es la falta de ideas sino la inexistencia de clima propicio para convertir en realidad tantas ideas. En metáfora agraria diría que es como tener buenas semillas (proyectos) pero carecer de terreno fértil para sembrarlas, saberes para realizar labores de pre cosecha y estructuras de precios, mercados y logística para asegurar el éxito en la gestión de pos cosecha.
Creer que un proyecto es eslabón entre idea y progreso es ilusión, pues las fuentes externas que nutren las tesis del desarrollo regional eluden variables vitales: espíritu emprendedor, cultura asociativa, ciencias y tecnologías apropiadas, fomento empresarial, asesoría técnica, estrategias para acumular capital (solo se habla de crédito), apoyo real, honradez y voluntad política, precios de sustentación, conciencia y poder de compra del consumidor, primacía a la empresa raizal. El legítimo progreso exige clima propicio y por ello el eje central de la hoja ruta del progreso regional no es el qué hacer sino cómo crear clima propicio para el hacer.
La lectura de las lógicas del desarrollo no busca mostrarlas como causas objetivas del atraso y sí como barrera cultural que impide saber que el territorio tolimense es lugar de excepción para una histórica construcción colectiva. También señala que causa no significa culpa, pues si bien la causa puede tener origen exógeno, la culpa suele ser propia, ya que la negligencia, la falta de juicio crítico, la estrecha visión, la frágil identidad, la fragmentación social y otras razones llevan a que impropias lógicas del desarrollo permitan que se incuben esas causas, por todos sabidas, que debemos encarar ya so pena de eternizar el atraso tolimense.
Como la dura realidad persiste y crece, entonces es necesario insistir en que esas lógicas del desarrollo que compramos sin regateo, aún sabiendo que no nunca dieron resultado, tienen que dar paso a las lógicas del desarrollo regional que subyacen en las tesis endogenistas.
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