El sirirí del desempleo

Alberto Bejarano Ávila

Con total franqueza confieso que me resulta exasperante leer u oír cada mes y por decenas de años, o igual, por cientos de meses, que Ibagué “lidera” u ocupa el segundo o tercer lugar en desempleo y, ahora desagregado y más grave aún, el desempleo de la juventud y la mujer y, además, que la tasa de informalidad (se ve en la calle) excede, por muchas décimas, la de regiones gestionadas con decoro e idoneidad y donde sus líderes enfrentan el mal desde su raíz, con sesudos análisis de causalidad y estrategia y asumiendo tareas concretas, quehacer que, como lo confirma el mismo desempleo, los tolimenses nunca asumimos en serio.
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Es grosero que pasen tantos meses de tantos años sin que nada ocurra y que los inmediatistas repitan el mismo sirirí del desempleo, mal que no tiene remedio en el corto plazo sino en el mediano y largo plazo, y eso si se acepta ya que la solución definitiva exige pensar y empezar a construir un verdadero modelo de desarrollo regional que, desde luego, muy lejos estaría de parecerse a un plan de desarrollo. Pueril e inocua es la crítica escudada en la culpa ajena para eludir la responsabilidad propia y, sería entonces, la crítica propositiva la que produzca la simbiosis entre el pensar, el decir y el hacer en los tres sectores vitales (social, económico y público) para así liberar sinergias que posibiliten el deseado desarrollo tolimense.

Como esta narrativa puede resultar confusa, digamos que la idea fuerza que quiero plantear es que los tolimenses tenemos que ser crítico-constructivos y ello exige mermar la crítica al centralismo, en cuanto esa crítica parta de ignorar que el “garrote o la zanahoria” que utiliza el poder central depende esencialmente del peso político regional o de creer que el centro castiga u concede favores a las regiones según sus “conductas”. Igual la crítica constructiva reduciría la sátira ácida y caniblesca entre coterráneos porque, sabiéndonos constructores sociales, económicos y políticos, no seríamos ni jabonosos no extremistas y sí animaríamos la voluntad asociativa y cooperativa y prohijaríamos el espíritu emprendedor.

El sirirí del desempleo siempre termina en propuestas educativas, bolsas y observatorios de empleo, becas y otros lugares comunes, porque confundimos las buenas ideas para calificar o paliar el desempleo con las ideas que realmente generan empleo masivo y prueba de ello son los profesionales sin empleo o ejerciendo de taxistas u otras labores dignas, pero ajenas a sus estudios. Insisto en mi “antipática” tesis: el desempleo solo se soluciona con desarrollo y éste solo iniciará si extirpamos del magín las viejas creencias que generan la inercia.

Engañarse o engañar es opción de cada quien, pero el engaño ideológico, en cualquier orilla, encallece la rancia mentalidad que empeora el mal del desempleo. Quebrar la inercia exige cambiar la mentalidad, rehacer la identidad, regenerar la cultura político-electoral, alcanzar la cohesión social, construir democracia económica, avivar el espíritu emprendedor y, sobre cómo hacerlo, creo tener ideas claras que el ruidoso sirirí desempleo-empleo no deja oír.

ALBERTO BEJARANO ÁVILA

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