La historia lo dijo… y lo dirá

Alberto Bejarano Ávila

Con atención he seguido la manera como en el Tolima se enfrentan hoy los negativos índices de pobreza, empleo, marginalidad, salud, crecimiento económico y otros que la pandemia empeoró pero que, es indiscutible, son índices propios de la continuada e inercial tendencia que desde hace muchos años afecta a nuestra región.
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Debo reconocer los grandes esfuerzos que hoy hacen la sociedad civil y los gremios para afrontar tan sensible problemática y, para vislumbrar los resultados que se esperan de esos esfuerzos, quise esculcar mi memoria para recordar cómo en el ayer y en distintas circunstancias se enfrentaban o enfrentábamos, los mismos desafíos sin lograr, como lo dice la historia, resultados decisivos y sustentables.

Recuerdo los “encuentros de tolimenses” (en uno fui ponente); las distintas versiones de la “visión Tolima”; algunos “ejercicios prospectivos”, en especial uno que dirigió el Dr. Eduardo Aldana y del cual salimos optimistas; las centenas de “planes de desarrollo”; las decenas de “Conpes” y otros compromisos del Estado; las miríadas de artículos, sesudos e insulsos; los millones de discursos que prometían cambio (veintejulieros en su mayoría), las instituciones “para el desarrollo” que se crearon; los múltiples “planes de gobierno”; las tantas tesis de desarrollo; las continuas “visitas de sabios” a señalarle caminos al Tolima; la inserción en la “Aldea Global” o internacionalización del Tolima; las esperanzadoras profecías del cambio de milenio; el raudal de “planes de inversión”. En fin, nunca faltaron utopías y voluntades.

Aunque sólo quiero ser franco, confieso el temor de que me acusen de aguafiestas y lluevan descalificaciones por opinar que lo hecho en el pasado de muchas formas se parece a lo que ahora se hace y que, por ello, los resultados tampoco serán los esperados, pues el desarrollo exige mucho más que buena voluntad. El lío con éste juicio es que sólo podría demostrarlo en 15 o 20 años, y ya para qué, como tampoco veo probable el poder compartir las certezas sobre otros caminos posibles para el Tolima, certezas construida en tantos años de estudio, experiencia, reflexión, investigación, observación y, sobre todo, oyendo a quienes saben.

La opinión que procede del “pensar fuera de la caja” difícilmente es aceptada porque tácita o abiertamente contraría la opinión que se nutre de la mentalidad dominante que, a su vez es barrera para que emerja el pensamiento crítico y con él las posibilidades del cambio. Así entonces muchas sociedades o sus buenos líderes (de malos ni hablemos) caen en la incauta contradicción de desear sinceramente el cambio, pero creer que éste puede alcanzarse con las mismas ideas que lo impiden o que nunca dieron resultado, cosa que deberíamos saber. 

La historia dice (ya sabemos que pasa cuando no la conocemos o no la oímos) que el asunto del desarrollo tolimense cayó en un mar de contradicciones y obstinaciones y que, “otra vez la burra al trigo”, de ese extravío sólo saldremos si iniciamos ya la compleja y extensa tarea de reconstruir el alma, la moral y los paradigmas del desarrollo tolimense.

ALBERTO BEJARANO ÁVILA

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