“El sueño de los justos”

Alberto Bejarano Ávila

Con firmeza creo que el Tolima podrá romper su coyunda con el subdesarrollo el día en que, con auténtica y profunda visión de futuro, basamento estratégico, solvencia ética y moral, claridad política y cohesión social, decida empezar a construir una nueva historia. También creo que, para el caso tolimense, estas virtudes las entraña el regionalismo, porque son las fuerzas endógenas (incluido el peso político como fuerza endógena) las que pueden originar nuestro desarrollo y, con él, ayudar a construir un país incluyente y equitativo.
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Dada mi porfía, no pocas personas que comparten el enfoque, o les parece lógico, inquieren sobre cómo hacerlo realidad y mi respuesta, eso creo, les parecerá elusiva o liviana, porque con frases o textos cortos y dispersos es difícil opinar responsablemente sobre tan complejo asunto. Por haber ejercido “en primera línea” en uno de los emprendimientos regionalistas más consistentes y consecuentes que haya tenido el Tolima para alcanzar el progreso, hoy procuro no caer en ese sinfín de ideas efectistas y, por ello, quise esbozar un planteamiento estructurado para el Tolima, que los buenos pensadores podrían mejorar y ampliar.

Por creer que el planteamiento “dormirá el sueño de los justos”, con la venia de los amables lectores me atrevo a dejar constancia de que existe un borrador de la “hoja de ruta hacia el futuro del Tolima” o “el fin de la inercia regional” y que, al tocar algunas puertas buscando hacerlo público, sólo hallé la creencia de que estaba en plan rebusque. A este esfuerzo, del cual he dado parte de manera fragmentada en artículos y charlas sobre región, lo motiva la fe en que el Tolima puede tener un futuro próspero si logra dar un inequívoco salto histórico que iniciaría con la renuncia, o ubicación en su justo sitio, de tesis, programas y planes que creíamos cardinales y que hoy son anacronismos porque de nada sirvieron.

En apretada síntesis, “la hoja de ruta” conceptualiza un modelo alternativo de futuro para el Tolima y luego asume las lógicas del desarrollo, los recursos para construirlo, la critica a “las buenas razones” y el carácter determinante de las sinrazones, la relación entre ciencias sociales y económicas y el cómo construir otra mentalidad. Así sea sucinta, éstos conceptos exigen una lectura histórica, territorial y sociológica regional, el atisbo al modelo mental de futuro, una pedagogía constructiva y, desde luego, criterios sobre construcción histórica del pasado y del futuro basados en una particular mirada de la genética del desarrollo regional.

Más que una visión estratégica, “la hoja de ruta” propone acciones estratégicas específicas para “detonar”, las múltiples variables sociológicas y económicas de lo regional. Como dije atrás, algunas de esas 22 o más acciones, al plantearlas aisladamente, se estrellaron contra la mentalidad rancia o el desinterés para buscar otros caminos o, cuando cayeron en mentes necias, se destiñeron y perdieron su valor sistémico y sinérgico. “La hoja de ruta” es solo la “cuota inicial” para un eventual diálogo sobre el cambio y para acordar el cómo lograrlo.

ALBERTO BEJARANO ÁVILA

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