“Tolima, causa común” (I)

Alberto Bejarano Ávila

Desde disímiles vertientes electorales, que no ideológicas, hoy convocan a los tolimenses a votar, pero ninguna de esas llamadas muestra al tolimensismo como referente ideológico y al Tolima como objetivo del quehacer político y por ello el pronóstico resulta obligadamente pesimista, porque no siendo el Tolima el norte del llamado político, entonces los tolimenses seguiremos oyendo los cantos de sirena en vez de escuchar las voces de las razones lógicas y, así, jamás seremos dueños de nuestro destino y por ende nuestra ruta seguirá siendo la fragmentación social, la pequeñez mental, los odios, la siniestra corruptela y más desvaríos y máculas que sólo exacerban el viejo y arraigado subdesarrollo de nuestra región.
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Los tolimenses de buena voluntad y deseosos de cambiar la historia del Tolima estaríamos ante una disyuntiva trascendente: enfrentar las elecciones nacionales y regionales desde la debilidad que produce la languidez ideológica, los caciquismos y las banderas personalistas y así negarle al Tolima su oportunidad histórica o construir una identidad que nos cohesione y permita acordar una visión de futuro propia, unas correctas ideas políticas de regionalidad y un conector electoral para hacerlo realidad y, con esa fortaleza moral, ideológica y política, que de suyo es la esencia del peso político, asumir lo electoral siendo consecuentes con las tesis del desarrollo endógeno y no reproduciendo la ingenuidad o la egocéntrica codicia.

Parece que muchos aún no entendemos que la culpa de que exista politiquería en el Tolima y que la politiquería sea antro de corrupción e ineptitud y barrera del progreso, no está en el politiquero inepto e inmoral cuya conversión no es viable (al fin y al cabo él busca lo suyo), pues la gran culpa la tenemos quienes insistimos en acolitar banderas nacionales y caciques locales que frenan el progreso tolimense y en negarnos a construir un modelo de desarrollo y un modelo político-electoral a nuestra medida para que los “tres millones de tolimenses” nos podamos reencontrar. Quienes hacen política porque quieren al Tolima no se prestarán para hacer una “política” que ningunea a los tolimenses y altera su sentido de orientación.

En Colombia no existe una tendencia política inequívocamente virtuosa y que, por lo mismo, suscite la unidad tolimense, pues todas están cargadas de personalismos escudados en tesis refritas y, cuando un tolimense bienintencionado (estando en su pleno derecho) cae en ese espejismo, está, sin quererlo, ocasionando más divisiones entre los tolimenses e impidiendo restaurar la identidad que nos permita ser, en vez de parecer, para que, conscientes, unidos y con peso político, actuemos en la política nacional para favorecer el progreso regional.

Si el progreso nacional empieza en la región, entonces es contradicción ver el centro como norte y, por lo mismo, desestimar la tarea de restaurar la política tolimense para así generar progreso y con él crear empleo, vencer la exclusión, defender el medio ambiente y satisfacer más anhelos imposibles de alcanzar desde una vergonzosa adicción electorera. Continúa…

 

ALBERTO BEJARANO ÁVILA

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