“Tolima, causa común” (II)

Alberto Bejarano Ávila

En artículo anterior señalaba que hoy los tolimenses son llamados a votar, pero que ninguno de esos afanosos llamados muestra al tolimensismo como norte ideológico y al Tolima como cimera razón del quehacer político.
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La falta de ideas en el llamado electoral se explicaría en que la cultura política vino a menos porque, en lugar de afirmar la identidad, la hemos ido perdiendo, hasta hacer del tolimensismo una noción difusa que nos desorienta y nos obliga a soportar lo electorero como única justificación de esa inculta y torva politiqueria cuyo fin no es solucionar los problemas del Tolima y sí abultar egolatrías y bolsillos.

El electoralismo avasalla porque logró crear un círculo vicioso afincado en la pobreza mental y económica que hace que, unos por necesidad o afán de emulación y otros por candidez o frágil conciencia política, toleremos el funesto caciquismo electorero, sabiendo y sin poder negarlo, que así se incuba la ineptitud, el personalismo y la corrupción. La ceguera política, la ausencia de ética y el desmadre nacional, son factores que, para el efecto, son iguales de perniciosos, porque sustentan ese círculo vicioso que lleva al Tolima al abismo, una tragedia en curso que sólo se atajaría con un auténtico proyecto político regionalista.

Decía que, si el progreso nacional empieza en la región, entonces sería contradicción ver el centro como norte y por ello las coordenadas del progreso deben fijarse desde las lecturas de la potencialidad sociológica, territorial y económica del Tolima, pues allí están las bases del proyecto político disruptivo. Claro, la disrupción es inviable si los progresistas no toman la región como la causa común que prima sobre la visión y el apego o desapego que se tenga por cualquier divisa política nacional y por ello un proyecto político regional se sustenta en la suma de voluntades que reconocen la diversidad de ideas y que, sin trasgredir principios éticos, ideológicos y democráticos, a veces tienen que tragarse uno que otro sapo.

Digámoslo de frente: El Tolima no irá para ninguna parte sino creamos un colectivo o partido político donde quepa todo aquel que anhela rehacer, moral, ética, espiritual, social, política y económicamente a nuestra región, tarea que exige entender la complejidad sistémica del Tolima, sumar a las sinergias, rechazar la corrupción y privilegiar el talento sobre el cinismo y el enanismo mental en la política. Sólo así el Tolima renacería como sociedad consciente, unida y con peso político para empezar a construir el mañana que merece todo tolimense. Esa farsa electorera, que utiliza los problemas como anzuelo para entronizar reyezuelos que arruinan al Tolima, acabará cuando el Tolima tenga un fin superior que dignifique la política. Calidad de vida (empleo, medio ambiente sostenible, paz, etc.), se logra con desarrollo real y, éste, haciendo política legítima y noble. El Tolima, como causa común, sería el medio para que los tolimenses, con ideas pertinentes y consistentes, acojamos la identidad como motor del desarrollo y éste como el gran fin superior que dignificará la política tolimense.

ALBERTO BEJARANO ÁVILA

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