El brebaje perfecto

Alberto Bejarano Ávila

Cuando vemos cómo inexorablemente y sin pausa en nuestra sociedad crece la inmoralidad, la desigualdad, la exclusión, el centralismo, la inseguridad, el deterioro ambiental y muchos otros graves males, el talante diplomático, calculador o “políticamente correcto” para evitar tirrias o agradar para conseguir ventaja electoral o burocrática es justamente lo contrario a lo que requiere el Tolima. Carácter, reflexión crítica, decisión de cambio, visión alternativa, valentía, son los únicos antídotos contra la incuestionable incertidumbre de futuro para los jóvenes, porque permiten ver, juzgar y actuar en lo público con un sentido político diferente al que, desde hace muchos años, fue engullido por esa irreversible vorágine de decadencia.
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A cientos de miles de tolimenses preocupados por un futuro digno para sus hijos no les debe inquietar la “respetabilidad y el futuro político” de tantos “líderes” que desde hace décadas se enquistaron en los centros del poder regional y nacional y sí deberían reclamarles que su gestión demuestre, de forma concreta y confiable, que pueden construir prosperidad en el Tolima. Así entonces conveniente sería que los ciudadanos, antes de expresar aversiones o simpatías por candidatos, entendiéramos que la trágica realidad que vivimos no surgió de forma silvestre, sino que es secuela de la gestión de quienes hoy reaparecen para proponer el trueque de nuestras esperanzas por esos espejitos que perpetúan su incompetencia.

¿Por qué la saga de torpeza y abuso pervive en el Tolima? Ese es el meollo del asunto y por ello señalo, por ahora, dos usanzas paralizantes. Una, la falta de pensamiento crítico sobre el pasado que lleva a exaltarlo y ponerle como guía a seguir. “Grandeza del Tolima”, “aporte de la inteligencia tolimense al país”, apología a ilustres, “glorioso partido”, etc., son sofismas de quien cree, de buena fe, que el pasado es luz de futuro para un Tolima que debe pensarse moderno, con tecnología, ciencia, innovación, competitividad, cooperación e irreverencia con un pasado (historia) que la juventud debe conocer para comprender el origen del atraso que hoy padecemos, pero que jamás la orientará para construir un futuro promisorio.

“Tercerizar la responsabilidad política” es la segunda usanza que, desde tiempos remotos, origina ineficiencia y corrupción en la gestión pública y queda al desnudo en época electoral, cuando adherimos, a veces con fiereza, a banderas y candidatos arguyendo que son mesías. Debería saberse que, si bien las funciones se delegan, la responsabilidad política (intrínseco deber ciudadano) no se delega y, por tanto, si redimir al Tolima es un fin superior, entonces tendríamos que asumir de otra manera nuestra responsabilidad política.

Liberarnos del pasado y responder políticamente exige: primero, ideas estructuradas para redimir al Tolima; segundo, instituir un colectivo que encarne esa ideología; tercero, buscar, en democracia, candidatos aptos e íntegros para delegarles, en la región y el país, funciones orientadas a alcanzar ese fin superior; cuarto, construir cultura política regionalista para así garantizar la sostenibilidad del cambio. Candidatos sin partido, partidos sin ideas e ideas sin contextualización socio-territorial, es el brebaje perfecto para amarrarnos al pasado y a esa descomunal mediocridad gamonalesca.

ALBERTO BEJARANO ÁVILA

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