Desde abajo y de otra manera

Alberto Bejarano Ávila

Que Ibagué retomó el segundo lugar en desempleo y crece el subempleo es noticia que, en ese chabacano juego de pingpong mediático, ahora pone la bola en el lado del quejetas y el oportunista promesero y, cuando vuelva a disminuir el relativo percentil del desempleo y la informalidad, entonces la bola quedará del lado de gobernantes y voceros, que no dudarán en jactarse de la exitosa agudeza y eficacia de su gestión.
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Este basculante juego de cifras sin examen, que igual se juega en otros espacios, nos hace ludópatas estadísticos u “oviedistas” que no sopesamos las realidades con agudeza, integralidad y método, para poder decidir el cómo enfrentar definitivamente el pernicioso avance del atraso tolimense.

Lo mismo ocurre en el ámbito nacional donde, por estos días, el arrogante Presidente y sus ministros de hacienda y desarrollo armaron zipote algarabía con los dígitos del crecimiento económico que, estando alrededor del 9 %, no tiene parangón en la historia del país. Claro, porque la edénica imagen de “su país” se desteñiría, los torpes “mandatarios” no explicarán las razones de ese relativo auge y menos cotejarán tal cifra con las del desempleo, el empleo de mala calidad, el rebusque, la desigualdad, el hambre, la inseguridad y más injusticias que revelan la cruda realidad nacional. La estupidez neoliberal consiste en concentrar la riqueza acrecentado “las pobrezas” y, aun así, miopes y cazadores de votos, practicando el cinismo lampedusiano, descaradamente seguirán proponiendo el “cambio para que nada cambie”.

La convicción sobre cuál es el derrotero para el desarrollo del Tolima me obliga moralmente a referir dos situaciones que impiden encontrar la vía correcta del desarrollo. La primera es la lógica de que el desarrollo empieza desde abajo, las regiones, lógica que siendo innegable es negada por tanto retrógrado que espera, y hasta implora, que el desarrollo económico, cultural, científico, ambiental y político, venga desde arriba y que los tolimenses debemos agradecerlo. Tan regresiva, incoherente y sesgada racionalidad impide comprender que el desarrollo sólo es posible si nosotros decidimos ser sus constructores, decisión que sin duda supone apostatar del catecismo desarrollista y politiquero que nos engrupieron.

La otra situación surge al oír que están remozando “la visión Tolima” para fijar su horizonte en 2050. Ésta sería otra cara de horizontes que hoy son pasado o pronto lo serán y por ello, con respeto digo, mejor es fijar su horizonte en el 2100, porque si sus ejes estratégicos sólo se maquillarán, como parece, de poco servirán, pues seguirán basándose en la perspectiva economicista y no, como debe ser, en un enfoque sociopolítico regionalista que acoja tanta variable que, de forma cruzada y sinérgica, liberan dinámicas sociales, económicas, políticas y culturales y una trazabilidad que permita ver que sí se construye prosperidad compartida y no solo negocios causantes de exclusión y miseria. Corolario: Como ocurre con el iceberg, la buena economía es sólo la parte visible de subjetividades y objetividades muy profundas que nuestros conspicuos líderes sociales, económicos y políticos se niegan a considerar.

ALBERTO BEJARANO ÁVILA

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