Aún se puede rectificar

Alberto Bejarano Ávila

Reconozco que luego del triunfo del Pacto Histórico el 19 de junio vi con recelo las primeras fotografías amistosas de Gustavo Petro con voceros de la recalcitrante política que instauró el feudalismo, la desigualdad y la exclusión en Colombia.
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Sin duda en esos primeros días del tiempo del cambio, mis vestigios de atavismo político impedían entender que un demócrata no podía proceder como procedían los ganadores que convirtieron a Colombia en perdedor (avasallado, entrampando, arrasando, cerrando “roscas” y ninguneando al contrario), pues la reconstrucción nacional debe comenzar reconociendo las contradicciones, los errores del oscurantismo, la existencia del perdedor, la posibilidad de reconversión y en general todas las expresiones del caos, pues de ese caos tiene que nacer el orden que hemos anhelado.

Es evidente que los nombramientos que se vienen haciendo no son remedo de la repartija burocrática sino un abierto convite de talento y rectitud que no ignora a los indeclinables y orgánicos luchadores por el cambio, como ocurrió con nuestro paisano y exmagistrado Luis Ernesto Vargas, quien fue convocado a redignificar a Colombia en la OEA y así comenzar un giro de 180 en el orden global. Como compañero del Dr., Vargas en un variopinto y activo grupo de WhatsApp llamado Tolima Plural, debo resaltar su compromiso y constancia en la dura lucha para alcanzar el triunfo del Pacto Histórico, ese disruptivo fenómeno político que no exigió carnet, obediencia y halago inmerecido, solo un firme compromiso con el cambio.

Aunque tendrá enemigos, errores, traidores e incomprensiones, el cambio va en serio, pues el Pacto Histórico no es un neo frente Nacional basado en el clientelismo, sino un nuevo eje gravitacional de la política liderado por un Presidente y una vicepresidenta comprometidos, demócratas, inteligentes y por una lógica humanista que reconoce a todos los colombianos como gente de bien. Así entonces los ministros y en general todo el aparato gubernamental hoy tiene un norte porque existe claridad de futuro, programas constructivos y lineamentos estratégicos, porque a las cúpulas llega gente capaz y con metas precisas y porque, además, cuenta con un favorable pero crítico clima de opinión que no permitirá más corruptela.

Quisiera decir lo mismo del Tolima, pero tristemente octubre del 2023 llegara sin un pacto para trasformar al Tolima, con partidos electoreros, con dirigentes perezosos que optan por tranzar por un aval contaminado porque, aunque probos y aliados de causas puntuales, les faltan agallas para asumir la tarea de construir un nuevo y disruptivo eje gravitacional para sanar la política tolimense (sobre ello volveré luego) y así sobrarán candidatos pero faltará visión, unidad por la causa tolimense, planes, estrategias y liderato sabio y coherente.

Aún pueden rectificar y a ello invito, pero, de no ser así, al menos mi modesto voto no será amiguista o frívolo, pues creo que el Tolima solo tendrá futuro próspero si surge una política transformadora que, desde luego, la apoyaría de manera decidida e incondicional.

ALBERTO BEJARANO ÁVILA

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