Solo hay una alternativa

Alberto Bejarano Ávila

Si con los buenos políticos estuviésemos de acuerdo en dos premisas, posible seria avanzar hacia una inequívoca alternativa para despejar el futuro tolimense.
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La primera diría que solo hasta el año 2022 Colombia pudo virar hacia el progresismo luego de que el Pacto Histórico, como fenómeno democrático-disruptivo venciera al anacrónico legado frente nacionalista que, por cuarenta años y valido de clientelismo, hegemonías personales, grupistas y venales y un centralismo tiránico, devastó al país y lo condujo a un vergonzoso estado de postración. Premisa para un acuerdo: de no emerger el Pacto Histórico como nuevo centro de gravedad político, el cambio en Colombia aun sería una utopía y la rancia política seguiría avasallando.

La segunda atañe al Tolima, región que podrá esperar del nuevo gobierno nacional aportes importantes, que desde luego se agradecerán, pero no un desarrollo que corresponda a los sueños de quienes no se conforman con reformas, paliativos o beneficios menores, porque su visión del futuro no se sustenta en exiguos logros sino en la imaginación de una realidad económica y social igual a la de tantas regiones florecientes del mundo, donde la calidad de vida, la modernidad, la prosperidad, las oportunidades y el pleno empleo son posibles para todos. Premisa para un acuerdo: únicamente a los tolimenses compete construir el genuino desarrollo del Tolima y, de su peso político, dependen los apoyos del gobierno central.

Si estuviésemos de acuerdo en las anteriores dos premisas se podría concluir fácilmente en que iniciar el auténtico desarrollo del Tolima supone un desgarre o rompimiento profundo de su paradigma político, pues así como Colombia viró hacia el progresismo porque emergió otro centro de gravedad en la política nacional, asimismo el Tolima solo puede emprender camino hacia el anhelado desarrollo si emerge un nuevo centro de gravedad en la política regional y ello es imposible si el fin común no es alma de la política y si al ímpetu del liderato lo acicatea ese interés personal que se refugia en el partidismo anacrónico, gamonalesco y ajeno que, cuando no ha sido causa de los problemas, ha sido obstáculo de las soluciones.

Mucha vocación política en el Tolima es de buena índole y lo digo porque conozco personas que generan confianza por su probidad y buena intención, pero que, a mi juicio, se resisten a entender que el Tolima jamás dará un vuelco histórico y que ellos nunca serán reconocidos como líderes históricos, si se niegan a instituir otro eje gravitacional de la política tolimense que, lo digo de frente, solo se logrará rompiendo con el rancio modelo politiquero y creando un partido tolimensista, tarea que supone un gran acuerdo para conseguir firmas y tramitar personería para una nueva, libre y democrática realidad política para todos los tolimenses.

La única alternativa para los líderes, jóvenes o viejos, pero siempre disruptivos, demócratas y progresistas y nunca avejentados, gamonalescos y corruptos, es sanarse del personalismo, romper con la politiquería y convocar a la unidad tolimense para escribir la historia correcta.

ALBERTO BEJARANO ÁVILA

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