Casuística y trasformación

Alberto Bejarano Ávila

Es obligado el respeto por la abnegación, la persistencia y los saberes específicos de quienes día a día ejercen en el Tolima la dura tarea de examinar y proponer cómo superar los graves problemas que sufrimos en todos los ámbitos de nuestra realidad y la tarea de denunciar y repeler desidias, ineptitudes y malos procederes en las instancias públicas. La incansable e ingrata tarea de control político y administrativo es de suyo necesaria y por tanto elogiable, porque es la única forma de intentar frenar la impunidad de tanto desafuero que comenten quienes usan lo público solo como un instrumento para satisfacer sus intereses personales.
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Por respeto y admiración a quienes hacen gala cotidiana de espíritu crítico y propositivo en el Tolima, me había abstenido de expresar una abierta opinión respecto a que ese ejercicio, digamos que casuístico, será inútil, (así lo enseña la larga historia del gamonalismo inepto y venal), mientras no se asocie a un genuino espíritu de trasformación, pues, eso creo, caímos en un círculo vicioso donde el talento se ocupa de la casuística, pero poco del cómo rescatar al Tolima. De ahí mi porfía en que, si anhelamos mejor futuro, además de juzgar la realidad, debemos cambiarla, partiendo de restituir nuestra identidad basándola en la territorialidad y la formación histórico-social de lo que denominaría la tolimensidad y así lograr que emerja la regionalidad como axiomático, pertinente y cohesionante norte ideológico y político.

Reales, sentidos y angustiosos son los temas ventilados cotidianamente. Agua potable en el Tolima (en Ibagué viviendas sin agua y acueducto alterno, que si bien recuerdo alguna vez se inauguró), triángulo del Tolima, vías terciarias, malla vial urbana, venalidad, patrimonio histórico, movilidad, desempleo, inseguridad, son solo unos de tantos problemas que cada día y por tantos años, llenan páginas, horas de radio y foros para sugerir soluciones a sordos gobernantes de turno. El círculo vicioso de la casuística perdurará hasta que admitamos que la problemática, no siendo coyuntural, es imputable a la mediocridad y al enanismo político de casi toda la zaga de gobernantes y políticos del Tolima y a nuestra subcultura política.

De los graves y crónicos problemas del Tolima se ocupan dos vertientes: una aberrada clase politiquera que “sabe para qué sirve el poder” y por ello lo usa para obtener votos, no para aportar soluciones y un liderazgo sincero, sensato y propositivo que nunca quiso plantearse como factor alternativo de poder para realizar sus ideas y, por ello, con algo de ingenuidad, termina despejándole el camino a esa clase politiquera que “sabe para qué es el poder”.

La tozuda realidad podrá cambiar solo si emerge la alternatividad y ello exige salir del círculo vicioso de la casuística sin vocación de poder, objetivo que podría cumplirse si entendemos que es imposible redimir al Tolima sin reinventar la política partiendo de una premisa lógica: quienes analizan problemas y aportan soluciones están obligados a convertirlas en realidad y ello se logra con otra mentalidad política, donde “el poder no sea yo”, seamos nosotros.

ALBERTO BEJARANO ÁVILA

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