Cortos, como siempre

Alberto Bejarano Ávila

Luego de tantos cuatrienios, solo hasta agosto 7 del 22 este opinador quedó satisfecho con una posesión presidencial. Frente a una audiencia de millones de personas y un escenario de especial significado porque congregaba los colores de la pluriculturalidad, la riqueza de la diversidad étnica de la nación y la implosión de alegrías reprimidas que observaban cómo tantas esperanzas frustradas empiezan a convertirse realidad, en su alocución, el presidente Petro hizo una simbiosis de ideas profundas, universales, integrales, ecuménicas y, sin duda, intensamente incluyentes que denotan su temple de estadista. Alegórico a la era del cambio también fue el suceso la Espada de Bolívar y el juramento de Francia Márquez que incluyó una axiomática oración de compromiso: “hasta que la dignidad se haga costumbre”.
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Vuelvo al sufrido Tolima porque aquel mismo 7 de agosto, END informó de las 29 propuestas de ciertos representantes del Pacto Histórico para los primeros cien días del gobierno Petro, pedido que, siendo pragmáticamente pertinente, en nada refleja un pensamiento profundo y estructurado que lleve creer que el Tolima también cambiará. Si el progresismo tolimense consiste en pedir soluciones al progresismo nacional entonces el alma del Tolima continuará marchita. Porfió: el gobierno nacional ayudará, pero la responsabilidad de solucionar de raíz tantos viejos males la tenemos los tolimenses y ello exige un renacer del espíritu regional.

Hambre; infancia y adolescencia; educación; vivienda y servicios públicos; paz y desarrollo social; banco de materiales; acueducto complementario; pacto por el trabajo; democratizar el espacio virtual, la tierra fértil y el agua; formalizar la tierra; municipios Pdet; pacto por el campo; insumos; institucionalidad agropecuaria; asociatividad y cooperativismo; industria; justicia ambiental; ordenamiento territorial a partir del agua; energía limpia. Estos pedidos (¿eso es todo?) de los portavoces del PH al gobierno de Gustavo Petro son funcionalmente lógicos y necesarios, pero ellos no pueden ser excusa para reeditar el elusivo hábito de pedir para ocultar la carencia de visión estructurada y de compromiso real con un cambio político y paradigmático que nos congregue para asumir la gran transformación del Tolima.

El genuino progresismo, además de pedir, debe indicar vías para lograr la descentralización, y la autonomía regionalista; la pertinencia de la cultura política; la nueva filosofía y doctrina para el liderato político; el nuevo modelo de organización político-electoral; el enfoque para el renacer identitario; ideas para el reencuentro de los tolimenses que, por dolorosas causas históricas, se desplazaron internamente o emigraron. Igual tendría que señalar un modelo de economía regional cimentado en la formación de capital propio y democracia económica para que el Tolima sea región de dueños; un plan director de educación, ciencia y tecnología aplicada al Tolima y muchísimas más ideas transformadoras.

Sin confianza en el liderato político y las instituciones públicas es imposible pensar un nuevo Tolima donde ningún tolimense pierda conexión espiritual y moral con su terruño ni sea ajeno a la dinámica del progreso que debe empezar a producirse y por ello un progresismo histórico no puede quedarse corto, como siempre se quedó el caudillismo prehistórico.

ALBERTO BEJARANO ÁVILA

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