El personalismo galopante

Alberto Bejarano Ávila

Las elecciones de octubre del 2023, en vez de propiciar una convergencia de voluntades por el futuro tolimense, está desatando una salvaje estampida de apetitos personales dado que, en el tumulto de candidatos a consejos, Asamblea, alcaldías y gobernación, no existen vasos comunicantes (ideológicos); ellos no coinciden, disienten o dialogan por el futuro del Tolima porque su primitiva egolatría solo los induce a saciar sus carencias psicológicas o su peculio. Como la tolimense es sin duda una sociedad políticamente desinformada y manipulada, cae bien citar a George Orwell para iniciar la reflexión sobre política y futuro tolimense: “Quien controla el presente controla el pasado. Quien controla el pasado controla el futuro”.
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Como ahora, al igual que en toda elección pasada, es lugar común oír de buenos candidatos para sustituir malos gobernantes, más no de un partido (o partidos) proponiendo una visión política para trasformar al Tolima y escogiendo democráticamente candidatos competentes para liderar esa trasformación, intentaré razonar sobre el porqué en nuestra sociedad, que se revela orwelliana, el meollo no es de candidatos para un cuatrienio sino de ideas para un futuro a construir en muchos cuatrienios. Para aclarar tal inferencia, recurro, parcialmente, solo a uno de tantos factores complejos que confluyen al desarrollo y que hoy agobia a todo ibaguereño: la movilidad, que será una mentirita de batalla en la compaña que empieza.

Viendo el área urbana de Ibagué, se colige que una movilidad aceptable exigiría, entre más, de èstas obras: la malla vial bien pavimentada; ampliar la Avenida Ambalà y la vía Calambeo; unir por viaducto a Calambeo con Ambalà; tranvía; cables aéreos; semaforización suficiente, moderna y bien mantenida; zonas azules con pago digitalizado; muchos puentes peatonales de buena calidad; eficaz sistema estratégico de trasporte público (¿bus o buseta?); ciclovías de verdad; trasladar la terminal de transportes y construir terminales en plazas de mercado para el sector rural y sus productos; incentivar la construcción estratégica de parqueaderos elevados; autoridades de tránsito altamente calificadas; centro de planeación de movilidad dirigida por expertos; programas continuos y serios para fomentar la cultura y el civismo.

Como lo anterior y más, no fue hace treinta años un fin de la política, porque ya caíamos en la politiquería, hoy vemos los resultados y, porque tampoco ahora es parte de un proyecto político, excúsenme el vaticinio, en un lustro, cuando más, ya viviremos el caos total. Insisto entonces en que la estricta ilación, ideas, partido y muchos políticos unidos en tal partido y acatando esas ideas, es la única posibilidad de mejor futuro y que candidatos inconexos y desarticulados ideológicamente (personalismo galopante), perjuran cuando prometen que, con su elección, el Municipio de Ibagué será moderno y competitivo. De igual atisbo a todos los factores y a todo el Tolima se concluye en que la calidad de vida, la industrialización, el empleo, la cultura, el medio ambiente, la convivencia, la democracia política y económica, etc., serán quimeras mientras el liderazgo político emane del personalismo y no de las ideas.

ALBERTO BEJARANO

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