Cañón del Combeima

El Cañón del Combeima está de moda, y no por su valor ecológico y paisajístico, sino porque alguien, con sus razones, quiso cobrar el acceso al “Mirador de Los Sauces” (en Juntas) y tal vez por ello Cortolima señaló que “es prioridad controlar el ingreso de turistas al Cañón del Combeima para evitar contaminación”.

“Más tarde que nunca”

Ante el evidente y alarmante avance de la pandemia del Covid-19 en el Tolima y en especial en Ibagué y frente al profesionalismo y la valentía del personal médico y paramédico, surge, como patético contraste, el manejo liviano, inconsistente, incidental y hasta “pantallero” a la funesta crisis.

Panóptico y reencuentro tolimense

El 24 de octubre END editorializó sobre “el incierto destino del panóptico de Ibagué”, lugar emblemático que desde hace varios lustros se convirtió en otro ejemplo de ineficiencia en la gestión pública porque ni se termina su remodelación, ni sabemos cuánto costará al final, ni es claro en que se utilizarán sus instalaciones.

El palo en la rueda

Obligado es reconocerle a los diferentes estamentos de la sociedad sus esfuerzos frente al difícil momento que vive el Tolima y que con extrema crudeza se refleja en desempleo (tal vez el mal más hiriente) informalidad, inseguridad, mala calidad y cobertura en educación y salud, desnutrición, deterioro medioambiental, mendicidad y más acusadores rostros del atraso. Lo que sufrimos no es crisis (la crisis es relativamente pasajera) es un grave problema estructural de larga historia que crece frente a nuestros ojos sin que lo reconozcamos como tal y por ello pretendemos curarlo con pañitos de agua tibia y no con un rompimiento radical con todo lo que hoy juzgamos como normal y aconsejable para alcanzar el desarrollo.

Titiriteo de la realidad tolimense

Decía en otro texto que Ibagué, antes del Covid-19, tenía una tasa de desempleo del 18.8% y de informalidad del 54.2%, índices que revelaban una precariedad laboral del 73% y que esa realidad, sumada a otros serios problemas como el desempleo de jóvenes y mujeres, la corrupción etc., desnudaba una creciente tragedia social y mostraba lo raquítico de nuestra economía.

Y sabemos que hay futuro

Tomo prestada una cita de Daniel Innerity que señala: “El ser humano es el único en el reino de los seres vivos que sabe que hay futuro”. ¡Hum!, en verdad no sé, pues se habla del poder de anticipación de otras especies, al menos en el corto plazo y tal vez con mayor precisión e instinto colectivo o cooperativo. ¿Saber que hay futuro afecta la imaginación y la conducta de la persona? Interesantes inferencias derivan de esta pregunta al contextualizarla social, territorial, cultural, histórica, ideológica, económica y políticamente; o mejor, seré directo: ¿Saber que hay futuro, incide en el pensamiento y el quehacer de los tolimenses?

Las cosas como son

El grave problema del desempleo en Ibagué se convirtió en maquinal rito mensual porque, sin mea culpa ni análisis de causas, cuando el Dane entrega índices de empleo y subempleo se suscita el poco imaginativo ruego a los empresarios y al Gobierno nacional para que creen empleo en Ibagué. Así hemos obrado desde tiempos de upa y el desempleo ahí, creciendo y afectando a todo el departamento, dado que su capital tendría alrededor del 50% del peso poblacional y de generación de empleo e ingresos de todo su territorio. ¿Por qué la cuestión del empleo es palabrería insulsa y obstinada y no razón para propiciar grandes acuerdos?

Pensadores y desarrollo tolimense

¿Por qué, es mi lectura, el Tolima es ejemplo de intrascendencia, de levedad, de convivencia pasiva con el atraso, de rutina estéril? La respuesta podría ser que nuestra región sufre del “síndrome de la rana hervida”, analogía utilizada por los ubicuos motivadores para explicar a sus discípulos cómo los problemas pueden agravarse sin darnos cuenta. También podría ocurrir que, pese a estar conscientes del atraso, algún trastorno en nuestra psicología social esteriliza el espíritu resolutivo y nos constriñe a vivir en inercia. Cualquiera sea la respuesta, el quid del asunto es que nuestro tiempo transcurre lleno de palabras y vacío de resultados.

Sencilla complejidad (II)

Además de sentido distinto de lo político para impedir que el politiqueo deforme y paralice la búsqueda del desarrollo, ¿qué otros factores de la sencilla complejidad deben analizarse de forma distinta a como hoy se hace? Atrás dije que explicar esa sencilla complejidad exige método y tiempo (como un taller o algo así), tarea difícil de realizar porque el inmediatismo, el facilismo, el promeserismo, el afán mediático y los lugares comunes no permiten espacio al pensamiento complejo, única vía para hallar solución al crónico atraso tolimense.

Sencilla complejidad (I)

En espacios donde es posible suelo decir que, desde mi óptica, cambiar el rumbo del Tolima es asunto sencillo y, ante tal afirmación, el cómo hacerlo es pregunta que siempre surge. Lo confieso, ahí es donde se enreda la cosa, pues tengo que decir que la respuesta es compleja, o mejor, que una sencilla complejidad cambiaría el rumbo tolimense, opinión que sostengo alegando que es como explicar una receta de cocina, labor que exige método y paciencia y claro, tal respuesta no compite con el facilismo casuístico, la falsa promesa o el lugar común y de ahí, creo, el desinterés para conversar sobre esa sencilla complejidad.