Sencilla complejidad (I)

En espacios donde es posible suelo decir que, desde mi óptica, cambiar el rumbo del Tolima es asunto sencillo y, ante tal afirmación, el cómo hacerlo es pregunta que siempre surge. Lo confieso, ahí es donde se enreda la cosa, pues tengo que decir que la respuesta es compleja, o mejor, que una sencilla complejidad cambiaría el rumbo tolimense, opinión que sostengo alegando que es como explicar una receta de cocina, labor que exige método y paciencia y claro, tal respuesta no compite con el facilismo casuístico, la falsa promesa o el lugar común y de ahí, creo, el desinterés para conversar sobre esa sencilla complejidad.

Como Orquesta sin Director

Como orquesta sin director, así parece ser el “concierto” que ofrecen los sectores público y privado para alcanzar el desarrollo tolimense.

Alta y pequeña política

¿Es políticamente incorrecto decir que la cultura centralista del desarrollo impide que surja la cultura regional del desarrollo? Opino que no, pues siendo las regiones las que entrañan las soluciones a los problemas del país, un falso paradigma dominante nos fuerza a aceptar, porque sí, que Bogotá provee las soluciones al atraso regional, paradigma que lleva a algunos políticos y analistas económicos a amamantar sus criterios donde se originan los problemas y no las soluciones, Bien dijo Stephen Hawking: “el desorden aumenta con el tiempo porque nosotros medimos el tiempo en la dirección en la que el desorden crece”.

Sobre los tiempos del Tolima

La realidad socio económica tolimense no es otra cosa que una construcción levantada por sucesivas generaciones de coterráneos, por individuos de las cuales hoy unos son historia, ninguno es leyenda y casi todos somos olvido y encarnamos la intrascendencia y el esfuerzo inútil o somos símbolo de pasividad frente a los ahistóricos e inerciales tiempos del Tolima. La prueba reina de esta afirmación es nuestra misma realidad social, económica y ambiental.

¿Existe un ideario político tolimense?

El Tolima no es neoliberal, comunista o socialista, es región rica con gente pobre que jamás pudo hallar ideas propias y atinadas que sirvieran de norte para progresar y por ello muchos líderes e intelectuales, al argüir tesis de desarrollo, lo hacen con ceñida sujeción a impropias y viejas matrices ideológicas y sin mostrar asomo de voluntad para contextualizar territorial y socialmente esas ideas y por ello la conclusión del eterno análisis sobre recursos naturales, salud, educación, industria, agro, finanzas, política, empresa privada, pública y cooperativa, etc., es eco de guiones que traza el centro y el mundo y no la voz de un regionalismo activo. “Ciencia propia o colonialismo intelectual”, el desoído dilema que planteara Fals Borda.

Ambivalencia del pragmatismo

No está demás reflexionar sobre la ambivalencia del pragmatismo. Al pragmático se le tacha de calculador, inmutable, exigente, obsesionado por metas y resultados, rasgos positivos si se juzgan desde el enfoque empresarial, pues al fin y al cabo aquellos rasgos describen bien al empresario diligente que tiene por objetivo que su empresa sobreviva, crezca y prospere y ése es un realismo respetable del cual sólo se puede disentir cuando el empresario esquiva la responsabilidad social, es injusto con sus empleados o sí, para obtener beneficio personal, cohonesta o no se inmuta con los graves daños que la politiquería ocasiona a la sociedad.

¿ibuprofeno o cirugía mayor?

Entre más agudos los problemas aguzado es el afán para remediarlos, pero ese afán reincide en las mismas tozudas maneras: escritos que plantean fórmulas obvias pero no seminales; charlas virtuales o presenciales con quienes siempre tuvieron poder para que nos aconsejen cómo remediar problemas que ellos patrocinaron o no solucionaron; ideas para reactivar la economía regional cuando ésta, siendo francos, nunca fue dinámica y siempre ralentizada por razones o causas que no auscultamos ni encaramos con decisión. Cosa distinta y urgente es hacer algo para que resurjan cientos de micro empresas golpeadas por el Covid-19.

“Veintidós mil y un días”

Hasta el día en que asome una nueva tendencia será necesario analizar con tesón el penoso acaecer histórico del Tolima, al que hoy se añade la pandemia.

Hoja de ruta para el Tolima (II)

Salvo el espejismo de la Ley Armero, que pronto se disipó, nadie podrá demostrar que desde los años 60 el Tolima haya “levantado cabeza”, pues analistas y luchadores de tantas épocas sabemos que las violencias, la apertura económica, las tragedias naturales, la corrupción, la desindustrialización, la politiquería clientelista, el ocaso de la razón, la pérdida de empresas estratégicas (públicas y privadas) y más factores funestos, casi todos evitables, causaron el tenaz desempleo y más males.

Hoja de ruta para el Tolima (I)

En reciente edición de Semana (caricaturas de Vladdo) se lee este texto: “Vladdomanía cree que la pandemia ha demostrado que un país no progresa cuando construye edificios, vías o fábricas, pero no construye sociedad”.