Germán Montoya y el gobierno Barco

Alfonso Gómez Méndez


En editorial del 28 de mayo, El Tiempo recordó el ciclo vital de Germán Montoya Vélez -fallecido en la cumbre de los cien años- en especial como pujante empresario, muy representativo de la altiva gente antioqueña y a quien el país vino a conocer de verdad cuando ya cercano a los 70 años -respetable abuelito, se diría hoy- se vinculó como gerente a la campaña del liberal Virgilio Barco, siendo luego pieza clave de su gobierno.
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Aquí precisa recrear la figura de Barco, ingeniero cucuteño con más pinta de profesor gringo que de cacique, a pesar de haber hecho política electoral desde joven, primero como suplente de Gaitán en una corporación pública y después como funcionario internacional, ministro de varias carteras durante el Frente Nacional y eficientísimo Alcalde de Bogotá.

Tras la derrota de 1982 frente al conservador Belisario Betancur, a pesar de las divisiones internas y oída la famosa expresión de López “¿si no es Barco, quién?”, el Liberalismo volvió al poder con este hombre discreto y culto que ni era orador ni había cultivado clientelas electorales. Su emotivo “dale rojo dale” despertó a un partido Liberal, entonces   vigente y pujante.

En cierto modo, Barco intentó una revolución silenciosa, desafiando ideas preconcebidas. No gobernó con los directorios políticos. Solo iba a las regiones, no a casas privadas a revelar asuntos oficiales, ni a parrandas vallenatas con periodistas. Ajeno a las críticas de los medios, nunca censuró a la prensa. Hizo todo lo posible por rescatar el control civil sobre las Fuerzas Armadas tras el holocausto del Palacio de Justicia en 1985 cuando al parecer el jefe de Estado “no manejó la situación”, según me lo dijo García Márquez.

Llamó al Gobierno a numerosas mujeres brillantes y capaces. Concibió el Plan Nacional de Rehabilitación para el desarrollo de la provincia sin intermediación de los políticos clientelistas. Se rodeó de intelectuales, llamados el “Sanedrín”, como el verdadero profesor Mario Latorre, Fernando Cepeda, Gustavo Vasco y Germán Montoya Vélez. Además, le abrió las puertas del poder a un selecto grupo de jóvenes -el “Kínder” de Gaviria- como Rodrigo y Rafael Pardo, Gabriel Silva, Felipe Zuleta y Manuel José Cepeda.

Con el tiempo, Germán Montoya se convirtió en el único sobreviviente del “Sanedrín”, el hombre de confianza de Barco y un auténtico “jefe de gabinete”. Venido del sector privado, llegó a tener en su cabeza toda la estructura política y administrativa de la nación.

Primero como Representante a la Cámara y luego como Procurador General tuve la fortuna de tratarlo de cerca. Su cordialidad y sencillez iban parejas con su firmeza de carácter. Fui testigo directo de su compromiso con los derechos humanos y la forma como apoyó a la naciente Dirección de Instrucción Criminal en su lucha contra el paramilitarismo. Siempre actuaba con gran discreción, sin opacar al Presidente ni ser protagonista en los medios.

El cumplimiento de dos de las políticas centrales de gobierno terminó afectándolo personalmente de modo cruel. Con gran visión Barco, al acabar el maridaje del Frente Nacional -que facilitó la corrupción y estigmatizó la oposición-, estableció el esquema gobierno-oposición. El Conservatismo, alejado del Gobierno, le armó férrea oposición tomando como blanco a Montoya por saberlo el más cercano al Presidente. Por eso él y su familia fueron víctimas de innobles ataques a su integridad moral. ¡Cómo debió sentirse cuando, por circunstancias conocidas, el Gobierno siguiente desbarató el esquema que tantos sinsabores le produjo!

Ante el narcotráfico Barco optó por la confrontación y no cedió jamás a la presión de los extraditables para que les quitaran la extradición de encima. Por eso los narcoterroristas secuestraron al hijo de German Montoya y también a su hermana Marina, una dama ajena al Gobierno, a quien luego asesinaron. En el cielo, él, Galán, Guillermo Cano, Rodrigo Lara, Carlos Mauro Hoyos, Enrique Low, deben estar meditando en cómo la causa por la cual ellos o sus familias lucharon fue abandonada poco tiempo después en la constituyente.

A pesar de sus dolores, “Don Germán” como se le llamaba con respeto, fue un decidido emprendedor hasta los últimos meses de su vida.

ALFONSO GÓMEZ MÉNDEZ

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