¿Liberalismo virtual?

Alfonso Gómez Méndez

La lánguida y casi inadvertida convención virtual del liberalismo –donde se produjeron la extraña reelección de César Gaviria como director y el deshilvanado, despistado y “sentido” ataque del flamante jefe al Gobierno Duque, al cual apoyó en segunda vuelta y en el que tiene burocracia escondida– fue un paso más hacia la desaparición –esa sí real– de la otrora poderosa colectividad.
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Los orígenes de este viaje al ostracismo son conocidos. Barco –último presidente liberal– dejó un partido vigoroso con claras mayorías parlamentarias tras afrontar con firmeza el narcoterrorismo e instaurar el esquema gobierno-oposición. Su sucesor volvió a repartir el Gobierno entre los partidos, pasó de enfrentar al narcotráfico a su apaciguamiento, acabó con la extradición y abrió la economía sin salvaguardas.

Samper vio opacado su mandato –con logros sociales– por la entrada de dineros del narcotráfico a la campaña y sin embargo, a su salida el liberalismo era mayoría en Senado y Cámara. En 1998 Serpa perdió frente a Pastrana, en buena parte por la fisura abierta por los autollamados “Gran alianza para el cambio”, como Luis G. Giraldo, De la Calle, Néstor H. Martínez y Rafael Pardo, entre otros.

Pastrana acabó las mayorías liberales con puestos a esos liberales antisamperistas y logró elegir a Fabio Valencia como presidente del Congreso sin que el conservatismo tuviera mayorías. Lenteja pura. En el 2002 Uribe –exmilitante del Poder Popular de Samper– derrotó en primera vuelta a Serpa con el concurso de sectores de derecha de los distintos partidos cansados por el fracaso del Caguán.

En la Convención del 2005 –antes del monopolio gavirista– Serpa y Samper incurrieron en grave ingenuidad política. Creyendo que Serpa había perdido ya en dos ocasiones por no contar con él, le regalaron la jefatura a Gaviria, quien llevaba diez años refugiado en la OEA y no había votado por ninguno de los dos candidatos liberales.

Hábilmente, Gaviria se quedó con el Partido, y aún no quiere soltarlo, bajo el garrote de los avales. Contra lo esperado, no fortaleció la candidatura de Serpa sino que le improvisó a dos de sus amigos –Rivera y Pardo– para disputársela, con el fatal resultado de que Serpa volvió a perder con Uribe en primera vuelta e incluso fue doblado por la candidatura improvisada de Carlos Gaviria. Primera derrota del liberalismo bajo la ‘era’ Gaviria.

Lejos de apartarse de las directivas como hacen todos los jefes cuando llevan su partido al fracaso, en el 2010 aprovechando su jefatura y siempre con la dictadura de los avales, impuso a Pardo, quien quedó último y casi logra la ‘hazaña’ de que el Partido perdiera la personería jurídica por su escasa votación. Segunda derrota. En el 2014 el liberalismo no presentó candidato, algo inusual en su historia. En el 2018 logró, otra vez con el citado garrote, imponer a De la Calle, respetable intelectual que obtuvo un inmerecido penúltimo lugar. Tercera derrota en línea bajo la dirección de los Gaviria.

Por no cohonestar con esas prácticas, quedaron en el camino destacadas figuras del Partido como Cecilia López, Aníbal Gaviria, Iván Marulanda, Amílkar Acosta, Vivianne Morales y Juan Manuel Galán, cuyo caso es muy diciente pues él a los 17 años le entregó la candidatura a Gaviria en el Cementerio Central. Después, el ex presidente se le atravesó para presidir el Senado y lo sacó de la consulta que probablemente hubiera ganado, pues aún hoy es el político con mejor imagen.

Los resultados están a la vista: el Partido, recibido con amplias mayorías, hoy apenas tiene el 20% de la Cámara y el 12% del Senado. En la convención virtual, el 40% de los senadores se opusieron a esa continuidad de la jefatura, solo posible en Colombia cuando se acumulan derrotas. De este suceso dejaron constancia los senadores García, Serpa, Velasco, Durán y Cristo.

Si por una sola goleada del Bayern Múnich al Barcelona salió el técnico, ¿cuántas necesita el liberalismo para cambiar de jefe? Curioso el ataque al Presidente Duque, uno de los colombianos que mejor conoce la historia del liberalismo: antes de ser candidato íbamos a escribir la biografía de Darío Echandía, gran estadista liberal que nunca mezcló la política con los negocios.

ALFONSO GÓMEZ MÉNDEZ

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