“Concertación” chilena y “coaliciones colombianas”

Alfonso Gómez Méndez

El triunfo de Gabriel Boric, joven de apenas treinta y cinco años, en representación de una izquierda que nada tiene que ver con la estereotipada de la lucha de clases, el estatismo, el partido único estatal -tipo Daniel Ortega-, la nacionalización de los recursos naturales, la banca única, las expropiaciones sin indemnización, la utilización de la justicia para golpear adversarios y, desde luego, con la supresión de las libertades públicas, incluida la de prensa, evoca de manera inevitable el triunfo de Allende, el golpe militar de Pinochet en 1973, y la política llamada de la concertación, que para salir de la dictadura, logró que durante más de tres periodos presidenciales, un proyecto político -y no de una persona o una familia- sacara adelante al país austral. En pleno auge de las dictaduras militares en la América Latina, Salvador Allende, sin ser un “outsider” logró en 1970, la hazaña de instaurar -por la vía de las urnas- un régimen socialista en un país de amplia cultura política como Chile. 
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No era un régimen comunista. Era lo que hoy se llamaría un sistema socialdemócrata. En plena época de la guerra fría, el temor al comunismo, llevó a sectores de la política nacional e internacional, a aliarse hasta con el diablo para tumbar a Allende. 

Está históricamente demostrada la participación de Kissinger y de la CIA, en ese fatídico 11 de septiembre de 1973. Equivocadamente la democracia cristiana apoyó el golpe, pensando que era cuestión de meses para que los militares -hasta entonces respetuosos del orden civil- les devolvieran el poder que habían perdido por la vía electoral. Después, ellos también fueron desterrados, torturados, desaparecidos y asesinados como miles de chilenos. 

Finalmente, el dictador -quien luego aparecería con cuentas secretas en el exterior como las que ahora se denuncian en los pandora papers- perdió el referendo en 1988 y se inició esa etapa de la “concertación” entre partidos -aún de distinta orientación ideológica, pero partidos- que restableció la democracia sucediéndose en confrontación democrática, por varios periodos… hasta que el modelo económico hizo crisis y aparecieron las protestas callejeras que presionaron, entre otros, el cambio de la Constitución que tuvo que negociarse con Pinochet. Y uno de los líderes de esa “revuelta”, que le hizo morder el polvo a Piñera, el presidente derechista, es hoy el nuevo Presidente de Chile. Pero esa exitosa “concertación”, nada tiene que ver con las oportunistas “coaliciones” de ahora en Colombia, armadas con fines electorales con nombres intercambiados, por políticos disfrazados de antipolíticos Los temas que los unieron fueron los de gobierno y no los de pura estrategia electoral. Se agruparon si antiguos adversarios políticos, pero alrededor de programas y no de personas. Lo que vemos ahora es un espectáculo circense, al que le podíamos aplicar -ya que estamos en época navideña- algunos de los aguinaldos a los que jugábamos de niños: el beso robado, el sí y el no, hablar y no contestar, y hasta pajita en boca. 

En las listas inscritas al Congreso hay toda clase de cruces. ¿Quién iba a pensar que tendríamos dos partidos “verdes” el que tuvo origen en el M-19 -y otros aliados menos presentables- y el de Ingrid Betancourt y Clara Rojas -víctimas las dos del más horripilante de los delitos- en el 2001, con una curul en el Senado, alrededor de sesenta mil votos y el uno por ciento en las encuestas presidenciales? 

Y menos aún que apareciera como “verde” un jurista de kilates, como quiera que fue también fugaz magistrado de la Corte, registrador nacional, ministro, embajador y más recientemente, candidato presidencial del Partido Liberal, por cierto con poca e injusta fortuna.  O que se hayan unido en esa misma madeja “verde” -que de paso nada tiene que ver con la ecología- de la Calle y Cristo, quienes participaron en una costosa consulta interna “dirigida” por César Gaviria. 

Y en el Nuevo Liberalismo, en menos de un mes, otro gran curtido líder fue: verde, “nuevo liberal” y, luego nuevamente verde. Y qué decir del impetuoso Rodrigo Lara que renunció a Cambio Radical, pero no fue  aceptado plenamente como precandidato en el Nuevo Liberalismo, quedando como alma en pena y sin quien se apiade de él.

ALFONSO GÓMEZ MÉNDEZ

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