Tareas políticas del futuro

Alfonso Gómez Méndez

Esta tediosa carrera por la Presidencia de la República ha puesto de manifiesto una serie de factores que en los últimos años han degradado hasta niveles impensables el nivel de la controversia política.
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Me quedo con el optimismo de que en el futuro pueda revertirse esa tendencia y que el país encuentre la manera de encauzar la política y sus controversias dentro de un marco de seriedad, respeto, discrepancia ideológica sobre el manejo de la sociedad y el Estado, mayor participación real, sobre todo de los jóvenes, fundada en el conocimiento de los temas y la trayectoria de los candidatos, hasta lograr una democracia real y no meramente formal.

Es urgente limitar los periodos de campaña –máximo a seis meses– no solamente por los costos unidos a los compromisos de financiación, una de las principales fuentes de la corrupción política y administrativa, sino porque puede llegar a generar cansancio en los electores.

Las consultas, que fueron concebidas como mecanismos internos para escoger los candidatos ante la desaparición de los partidos, se convirtieron en una anticipada “primera vuelta”, utilizada por algunos solamente para ‘figurar’, comenzar a hacerse conocer, y hasta para obtener millonarias sumas del erario a título de reposición de votos.

Aun cuando los maquiavélicos criollos han inventado la frase: “la política es dinámica” para justificar toda clase de volteretas, hay que rescatar el pudor y la decencia en su ejercicio. Lo mismo puede decirse de la tendencia a creer que el fin –por noble que sea– justifica todos los medios que se usen para conseguirlo. Así sea en la política que, como decía Disraeli: “no es la mejor arena para el ejercicio de la virtud” no todo debería estar permitido, como financiaciones ilegales, amañadas campañas de desprestigio contra opositores, golpes bajos, o atribución al oponente de posturas o posiciones que nunca ha planteado. Basta con decir que en una de las tantas reformas aprobadas dizque para cambiar la forma de hacer política, se señala que ‘volarse’ los topes electorales es causal de pérdida de investidura. Pero, ¿quién le pone el cascabel al gato? Y, ¿cuántos candidatos pasarían esa prueba ácida?

En el futuro, habría que superar la idea de que hay que votar contra ‘alguien’. En el 2002 el país votó contra los abusos de las Farc y le cobró al candidato liberal Horacio Serpa los errores de Pastrana en el Caguán. Uribe ganó, curiosamente con el apoyo del Pastranismo; en el 2006 se reeligió –con reforma ‘non sancta’ de la Constitución– para que pudiera seguir derrotando a la guerrilla. Aun cuando cambió el discurso al llegar en el 2010, Juan Manuel Santos fue apoyado por Uribe para que siguiera la línea de confrontación. Santos, en histórico gesto, prefirió buscar la Paz por la negociación y fue reelegido, como Uribe, de manera inmediata, esta vez para que profundizara el proceso de Paz. Y, por buena parte de sus electores, Duque fue elegido con la bandera de modificar los acuerdos de Paz de La Habana. El resultado real es que las Farc y el Eln han impedido que surja un proyecto de izquierda democrática, como sí ocurrió en otros momentos en la América Latina, descartando eso sí, las satrapías de Nicaragua y Venezuela.

Hay que sacar el debate de los lugares comunes como decir que está en peligro la democracia, sin analizar claramente si se dan realmente sus elementos como separación de poderes, ausencia de impunidad política y social a altos niveles, verdadera democracia participativa, entre otros. Como la intensidad del debate por la presidencia obedece al exceso de presidencialismo que concentra el poder en el presidente, valdría la pena reflexionar sobre la conveniencia de un régimen parlamentario. Saliendo de esta encrucijada, quedan muchas tareas pendientes.

Emilsen de Cancino, decana

En el Externado de Colombia, mi universidad, el viernes pasado, en emotivo acto ante el Rector Hernando Parra, se posesionó como Decana de Derecho, la profesora Emilsen González de Cancino, gran mujer, de excepcional inteligencia y disciplina de estudio, integralmente académica, ídolo, no solo para quienes como yo hace varios años fuimos sus discípulos, sino para los díscolos jóvenes de hoy.

Alfonso Gómez Méndez

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