La hora de la reforma política

Alfonso Gómez Méndez

Hoy comienza un Congreso que puede ser distinto al de los últimos años y, respecto del cual, muchos colombianos esperan que sea motor de los cambios tantas veces aplazados. Es verdad que se dan situaciones novedosas. En el Senado la fuerza mayoritaria es del Pacto Histórico -con sus 20 senadores- soporte político del nuevo presidente que tuvo en campaña un discurso socialdemócrata; que es el primer ex guerrillero en llegar al poder y que, al acogerse al proceso de paz de Barco, se incorporó sin esguinces a la vida civil hace más de 30 años.  
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Las directivas de Senado y Cámara quedan en manos de las nuevas fuerzas, así esté en la presidencia del Senado un político curtido y muy hábil, que ya ocupó esa posición durante el gobierno de Juan Manuel Santos.  

Quiero centrarme en los aspectos que conllevarían a una verdadera reforma política, y no repetir las que se han hecho con ese nombre y que solo son cosméticas. Si bien se avanzó en la reforma política surgida de los acuerdos de La Habana, como en la aprobación parcial de un estatuto de oposición, deben darse unas más profundas que alteren la corrupta forma de ejercer la política. 

Es esencial atender la propuesta del presidente Petro de acabar con las listas abiertas que han encarecido y corrompido la política y desintegrado los partidos. Paralelo a esta modificación debe ajustarse la circunscripción Nacional de Senado, dejándola solo para las minorías. 

Para acabar con los pecaminosos lazos del poder Judicial con el Ejecutivo y el Congreso, debe enmendarse el craso error de la Constitución del 91 de darle funciones electorales a las altas Cortes 

No da espera el cambio del juzgamiento de los llamados “aforados”, entre ellos el presidente, el fiscal y los magistrados de las Cortes. Puede reestructurarse la Procuraduría para que, entre otras cosas, quienes elijan al procurador no sean sus eventuales investigados. No hay que descartar la idea -y a propósito de lo que ahora está pasando- de convertir a la poderosa Contraloría General en un verdadero “Tribunal de cuentas” como existe en otras partes. 

Entonces, habría que estructurar todo el llamado “cuarto poder electoral”. Los magistrados no pueden ser elegidos como cuotas de los partidos y un Tribunal independiente debe tener dientes para vigilar los gastos de campaña. Esa “vigilancia” hoy es un rey de burlas y nadie hasta ahora ha perdido la investidura a pesar de que todo el mundo sabe cómo “don dinero” y el partido de los contratistas se pasean por las campañas. Para que exista separación de poderes se necesita establecer controles reales al excesivo y asfixiante presidencialismo. Una formula sería retornar la institución de la Constitución liberal de 1863, que le daba al Congreso la función de aprobar la designación de ministros y embajadores.  Y obviamente, hay que volver a tener partidos políticos de verdad. Los tuvimos cuando no eran como ahora “entelequias legales”. Aun en el Frente Nacional hubo otros partidos -en la realidad y no por avales- como el Partido Comunista, el MRL, el Nuevo Liberalismo o la ANAPO, que, para algunos, ganó las elecciones de 1970, como debe recordarlo el presidente Petro. 

Tanta “regulación” ha acabado con los partidos y perpetuado jefaturas por la dictadura de los avales. Lo que ha ocurrido con el prestigioso jurista Humberto de la Calle es como para una obra de teatro. Por sus méritos, fue registrador, magistrado de la Corte, vicepresidente de Samper, dos veces ministro de Gobierno -una con Gaviria y otra con Pastrana- embajador en Londres, candidato oficial del Partido Liberal, negociador de paz en el gobierno de Santos, entre otros muchos cargos, siempre en representación de los partidos tradicionales. Sin embargo, como se dejó “enlazar” dizque como militante del partido de Ingrid Betancourt, Verde Oxígeno -que era ante todo una entelequia legal-, ahora lo “expulsan” de un partido que en verdad no existe. Y no lo dejaron apoyar a su candidato que era Fajardo con la amenaza de la doble militancia. Todo el mundo sabe que esos 190 mil votos que sacó fueron por su trayectoria política y no por ser súbdito de Ingrid. ¿Habrá mayor prueba de la necesidad de enseriar los partidos?

ALFONSO GÓMEZ MÉNDEZ

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