Formación humanista en el siglo XXI

Alfonso Reyes Alvarado

Cuando pensamos en un modelo de formación humanista o integral suele venir a la mente el nombre de Leonardo da Vinci. El célebre autor de cuadros como la Mona Lisa y la Última Cena durante el renacimiento europeo.
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Pero, además de artista, Leonardo fue reconocido por sus estudios en física, matemáticas, anatomía, hidráulica e ingeniería. Incluso sus diseños de sistemas de defensa de algunas ciudades fueron exitosamente puestos en práctica. Sus notas personales, muchas de ellas escritas a la inversa para ser leídas frente a un espejo, reúnen 5 volúmenes (llamados Códices) que hoy en día pueden consultarse en Internet. Allí aparecen desde detalladas recetas de cocina de la época, hasta el diseño de máquinas imposibles de construir en su momento y que anticiparon por varios siglos el desarrollo de aparatos como el helicóptero y de mecanismos de uso cotidiano como el paracaídas. Suele decirse que nadie en su momento logró tal nivel de formación en todos los campos del conocimiento. Por eso Leonardo es considerado como un modelo de formación humanista o integral. A partir de la creación de la universidad de Berlín en 1810 cuyo estilo, junto con el norteamericano, sirvieron de base para el desarrollo de la mayoría de las universidades en el mundo occidental, incluyendo a Colombia, la formación humanista se definió como aquella que ayuda en la formación del carácter, la personalidad, la sensibilidad estética y la comprensión del contexto social y el devenir histórico del ejercicio ciudadano. De allí la importancia de mantener asignaturas relacionadas con las humanidades, el arte, el lenguaje y los deportes como parte esencial en la formación de los profesionales, independientemente de la carrera particular que hayan escogido.

Esta concepción de humanismo proviene del pensamiento liberal que se centra en el individualismo, el racionalismo y el naturalismo, y que aboga por una educación para la libertad cuyo límite está en donde inicia la autonomía de los demás. Sin embargo, este humanismo no es consistente con un mundo cada vez más globalizado cuyas interconexiones, en todo nivel, requieren del desarrollo de una conciencia planetaria. Hoy, la formación integral de los jóvenes parte de la responsabilidad ético-política de las universidades. Más allá de una concepción individualista en la que aprendan a hacer uso público de la razón en el debate sobre la “cosa pública”, es necesario que se reconozcan como parte integral de una comunidad a la que se deben y a la que deben ayudar a consolidar. Este humanismo colectivo, que apela a la razón para encauzar creativa y positivamente las frustraciones, debe guiar las manifestaciones contra el orden establecido. Lo que hemos estado experimentando en los últimos meses refleja un vacío en nuestro sistema educativo en todos los niveles. Es necesario poner en práctica una formación integral de los niños, niñas y adolescentes que les permita preparase, desde temprana edad, para el ejercicio de una ciudadanía activa que les permita consolidar la débil democracia que nos caracteriza.  

 

ALFONSO REYES ALVARADO

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