Las impresoras 3D y la cascarilla de arroz

Alfonso Reyes Alvarado

Colombia es un país rico con altos índices de pobreza. Esta es una paradoja difícil de explicar. La misión de sabios que convocó este gobierno propuso cinco pilares para impulsar el desarrollo equitativo a partir de la investigación y la educación. Uno de estos pilares es la bioeconomía regional.
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Esta es una estrategia que reconoce la gran diversidad que caracteriza nuestro país como base para la creación de nuevas industrias. Un ejemplo concreto es la producción de filamentos para impresoras 3D a partir de la cascarilla del arroz. Veamos en qué consiste.

Si tomamos como referencia las impresoras tradicionales, es fácil ver cómo ha evolucionado este mercado. Inicialmente estas impresoras eran muy costosas, del orden de los 1000 dólares. Solamente las grandes empresas podían adquirirlas. Con el tiempo y el desarrollo de nuevas tecnologías su costo se redujo sustancialmente. Hoy es posible conseguir impresoras desde $50.000. El negocio de la industria ya no es la venta de las impresoras sino la comercialización de los cartuchos de tinta. 

De manera análoga, las primeras impresoras 3D costaban cerca del millón de dólares. Actualmente su costo se ha reducido a menos de 100 dólares. La tecnología es tan conocida que estudiantes de ingeniería de mitad de carrera pueden construir una. Por lo tanto, el negocio de la industria no será la venta de las impresoras 3D sino la comercialización de los filamentos, que son el equivalente a la tinta que usan las impresoras de papel.

Estos filamentos pueden ser de diversos materiales, normalmente son polímeros (PLA y ABS). Pero desde hace quince años un grupo de investigación de la Facultad de Ingeniería de la Universidad de los Andes, en asocio con otros grupos europeos, inició un proyecto para fabricarlos a partir de residuos de biomasa (fibras vegetales).

Uno de los ensayos exitosos fue la fabricación de filamentos usando una combinación de residuos plásticos con la cascarilla del arroz. Esto abre la posibilidad de desarrollar una industria en el Tolima para producir carretes de filamentos para impresoras 3D. Un mercado mundial multimillonario en crecimiento. 

De esta forma, la cascarilla del arroz dejaría de ser considerada como un residuo para convertirse en el insumo principal de la nueva industria. En marcha está un proyecto para explorar la posibilidad de que el tamo también pueda ser utilizado en este proceso.

Hace un par de semanas la Universidad de los Andes en asocio con la Universidad de Ibagué y la ADT Protolima (Asociación para el Desarrollo del Tolima) presentaron esta iniciativa a la convocatoria que abrió el ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación sobre bioeconomía regional. De ser aceptado, el proyecto abriría un camino promisorio para la utilización de nuestra biodiversidad como fuente de desarrollo del Departamento. Creo que este tipo de iniciativas debe aparecer en la nueva visión del Tolima al 2050 y servir de inspiración para invertir gran parte de nuestras regalías.

ALFONSO REYES ALVARADO

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